A opinión dos docentes...non conta?

6 oct 2014

¡Miserables!


Publicado por Julio Dorado. La Región 05/10/2014.

La ley es la hostia!, viene a querer decir en castellano nativo aquello de “dura lex sed lex”; sin embargo a mí me resulta cada día más difícil confiar en una extraña, ciega, sorda, muda -y renca de cojones, a tenor de la lentitud conque se mueve- para que medie en mis litigios.

Fui educado por una madre buena (maestra) y un padre honesto y responsable (militar). Siempre me dijeron que tenía que ser justo, devoto, humano… Leí (lloré) a Edmundo de Amicis cuando Onán y el tener que comer por primera vez a Jesús aún no me atormentaban. Después fui valiente con el joven oficial Miguel Strogoff; me entregué al amor propio con Sigrid, la novia que le levanté al Capitán Trueno mientras éste guerreaba con los malos; sentí vergüenza ajena con el torpe Hidalgo de ese lugar cuyo nombre no recuerdo… Pero sólo Víctor Hugo, con “Les Misérables”, dejó una impronta de borras de vómito en mi alma que me habrían de repugnar toda la vida: ¿Cómo podía ser tan injusta una sociedad, me torturaba desde mi candor adolescente, como la de aquella Francia de esplendorosas cortes, de grandes fastos, de reyes soles, de “liberté, égalité, fraternité”? ¿Cómo se podía ser tan refinado y petimetre en los saraos de París y un cabrón con ventanas al Sena al mismo tiempo? “Dura lex sed lex”, y dura de cojones; tanto que en el siglo XIX, ley en mano, sociedad en ristre, estado de derecho a buen recaudo, un hombre podía ser sentenciado a cinco años de prisión por el mero hecho de hurtar pan para alimentar a su familia.

Hace unos días me vino de nuevo a la cabeza Víctor Hugo y su inefable novela… Juzgaban a un hombre -la integridad de las personas, decía Juvenal, se mide por su conducta, no por su profesión- “por alterar la seguridad ciudadana” al exhibir un panfleto donde se podía leer “stop desahucios”. Al parecer dicho hombre, un bombero de A Coruña, también se había negado a romper la cadena que cortaba el acceso al portal del edificio donde residía Aurelia Rey (regio apellido para tamaña miseria) para que la dura lex la pusiese de patitas (con sus reumas, artrosis y varices) en la calle. La mujer, de 85 años, llevaba más de 30 viviendo (y pagando) en aquel inmueble… ¡ay!, pero había fallado dos mensualidades.

Frisamos ya el año 2015, vivimos en el siglo de inter-redes (y marañas), de la globalización, de los papas repetidos, de las primaveras rancias… ¿Cómo nos juzgarán nuestros descendientes del siglo XXII? ¿Qué educirán cuando comprueben que, mientras se echaban a la rúa con piquetes policiales y un par de folios con el membrete de un juzgado para amparar la tropelía, a octogenarias indefensas, había millones de pisos vacíos propiedad de bancos rescatados? ¿Cómo asimilarán que la policía y los brazos (gitanos) de la ley los comandara a la sazón un ministro meapilas simpatizante del Opus? ¿Cómo podrán entender que un poder legislativo sobredimensionado y súper pagado (también de sí mismo) como el europeo, el nacional, el autonómico, el municipal y el de su puta madre, que no hacen mas que cagar leyes, normas, resoluciones, reglamentos, recomendaciones, directivas, boletines, dictámenes, en una diarrea de colitis crónica y pestífera , sea incapaz de sacar una bendita disposición cautelar para impedir tal desafuero?... “Trabajo y salario, comida y cobijo, coraje y voluntad, para ellos todo está perdido –escribía Víctor Hugo- ellos son los parias, los desamparados, 'Les Misérables”… ¿Ellos? “Les Misérables” sois vosotros… ¡Miserables!

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