A opinión dos docentes...non conta?

24 sept 2017

O procés cómese outros procesos


El deterioro de la vida colectiva, con múltiples problemas mal atendidos en segundo plano, será más evidente desde el 2-O. El gran reto será cómo hacerles frente sin agravios comparativos.


Cataluña es, en este momento, como un agujero negro: el procés se come otros procesos. Atrae sobre sí demasiada atención y ayuda a que desaparezcan del primer plano los problemas urgentes, indicativos de una realidad ausente de la vida oficial. Incluso oculta algo más grave: el riesgo de desafección social, tanto por la cantidad de personas afectadas como por la precariedad y desesperanza a que siguen viéndose abocadas cada uno de estos días. En vísperas del 1-O, lo que está sucediendo en Cataluña hace que todo ese deterioro pase inadvertido.

La melé

El atractivo del procés es creciente. Los historiadores tienen ahí un buen campo para contrastar interpretaciones de un pasado que, como casi siempre, admite narrativas contradictorias, desde las más interesadas en dulcificar el atractivo de la identidad, hasta las más ocupadas en explicar desinteresadamente qué haya pasado. En un prolongado curso de siglos compartidos entre dependencias de terceros y cooperaciones mutuas, del Imperio romano hasta la UE actual, hay un poco de todo. Como en cualquier otro punto de la Península, los partidarios de unas u otras interpretaciones están ansiosos de enseñar a sus contrarios lo que entienden que callan u ocultan. A su vez, diligentes sectores eclesiásticos proclives al independentismo también ensayan su particular manera de asentar la sensibilidad popular. El obispo de Solsona –como Torras i Bages, a finales del XIX desde Vich- es un referente para unos 300 curas en activo. Reviven pasadas contribuciones a la sacralización simbólica de posiciones políticas que consideran propicias para afianzar su peculiar ejercicio como “fermento de justicia, fraternidad y comunión”, expresión que suelen emplear ad modum recipientis. Y ahí están igualmente, coloreando mejor el paisaje, los estudiantes de instituto y de universidad que, en este inicio de curso, revitalizan otro clásico, el de las manifestaciones juveniles de los años cincuenta a setenta contra el franquismo y, treinta años antes, contra Primo de Rivera. En medio quedan los que más provecho sacan de que todo cambie para que todo siga lo mismo, como anhelaba la burguesía ascendente del Gatopardo, muy beneficiada por la culminación de la unificación italiana en 1870. Es aconsejable leer Roma, de Zola, para entender las derivas a que condujo aquel posicionamiento oportunista de clase, que enseguida pasó al conservadurismo más agudo.

De todos modos, del batiburrillo de legitimidades, legalidades y ansiedades que, amontonadas, están en liza a propósito de Cataluña, tienen mucho donde elegir cuantos miren este procés de manera democráticamente desinhibida y con alguna distancia. Si Serrat ha llamado la atención sobre las mentiras que se han propalado –como en tantas otras actuaciones políticas-, lo de la izquierda clásica demandando otra visión del asunto no tiene desperdicio tampoco. ¿Tiene algo que ver todo esto con los problemas reales de la gente? En todo caso, el fandango del guardia civil como reacción a la cacerolada que le propinaban desde el carrer los indignados con España ha sido una magnífica manera de desactivar una situación conflictiva.

El 2-O

Muy sano humor nos hará falta si queremos que, a partir del día dos de octubre, lo posible sea tal y se trabaje seriamente para lograr que así sea: muchos cuidados va a requerir una convivencia pacífica y continuada. Reconstruir en el postprocés el favor de los medios sociales en paz y concordia no será tarea fácil. Desorientados estamos con tanto político incapaz de atender a los problemas reales que sufrimos, especialmente desde 2008. Las decisiones que padecemos son altamente insatisfactorias y, en demasiados casos, inclinadas al chanchullo sectario. Si se observa lo acontecido al empleo, a la educación o a la sanidad pública –las de todos-, se podrá comprender en buena medida a quienes han proyectado en un imposible referéndum una manera de articula una enmienda masiva a la totalidad. Es lastima que tal atrevimiento –independientemente de lo que digan los jueces- no pueda ser leído nítidamente como rechazo a la corrupción, descaro y prepotencia. Las divisorias propagandísticas de buenos y malos que se esgrimen estos días no fustigan a cuantos la damnatio memoriae debiera alcanzar: cada bando preserva la fidelidad a los suyos. No cesan, sin embargo, de repetirse los ejemplos de continuidad en el ejercicio desvergonzado del despropósito. Lo muestra el inicio del curso escolar en Madrid, un caos programado contra la escuela pública, como ha proclamado el PCM en un comunicado del día 17 de este mes. Es todo un símbolo de cómo muchos desean que sea de inhóspita la pretensión de unidad democrática, o de cómo potenciar la disgregación y el sálvese quien pueda.

La cuestión es, por tanto, cambiar la onda y construir un diálogo cívico y distendido en que el sentimiento identitario pueda ligarse institucionalmente con que los problemas y situaciones de creciente desequilibrio social son atendidos. Sólo con esta condición –y si se tienden puentes suficientes para cumplirla-, se logrará que lo defendido por Dastis en la ONU en el sentido de que “el procés es incompatible con la democracia”, pueda tener visos de verdad. La mera retórica es desaconsejable cuando algo tan importante como el afecto mutuo ha sido dañado o cuando las políticas desairadas impulsan el agravio. Mucho tiene que evolucionar el significado práctico de palabras que, en estos últimos años han caído en la banalidad y se esgrimen más bien como pedradas.

Y Maquiavelo

Nicolás Maquiavelo propone en el capítulo XXI de El Príncipe, el “admirable ejemplo de Fernando V, rey de Aragón y monarca de España”. Si fuera cierto que, cuando escribe el famoso tratado de ciencia política en 1513, se inspiró en la figura de este monarca –lugarteniente general de Cataluña desde 1462-, la pragmática astucia que propone para controlar el poder es de especial actualidad. Según el capítulo IX, “en cualquier ciudad hay dos inclinaciones diversas, una de las cuales proviene de que el pueblo desea no ser dominado ni oprimido por los grandes, y la otra de que los grandes desean dominar y oprimir al pueblo”. Del choque de ambas tendencias –no fácilmente conciliables- derivan situaciones muy dispares, poco previsibles. Ninguna está garantizada: tanto puede resultar el afianzamiento de formas más duras de dominación como mayores cotas democráticas. Casi siempre ha sido valioso, sin embargo, que los gobernados ansiaran fervientemente “la necesidad de su principado” por sus presuntas bondades. Ese es –aseguraba el florentino renacentista- “el expediente más seguro para hacérselos fieles para siempre”.

TEMAS: Poder político. Inestabilidad. Identidad. Clases sociales. Derechos sociales. Democracia. Nacionalismos. Procés catalán.

Manuel Menor Currás
Madrid, 23.09.2017

Acordos pragmáticos e revisión do artigo 27 da Constitución?



Se reanudan los trabajos de la Subcomisión parlamentaria por un Pacto educativo. También la expectativa de que no aumente la decepción.

El comienzo del otoño viene coloreado este año de cansancios y olvidos que, si no se remedian, alcanzarán más pronto que tarde cambios climáticos nada propicios par la convivencia colectiva. El problema no es del día 1-O, sino de lo que seamos capaces de armar desde el día siguiente. Las circunstancias que han propiciado ese momento hosco habrán de revisarse a fondo si se está por fomentar una unidad consistente de los distintos territorios que merezca la pena. De proseguir el itinerario emprendido para este duro presente será difícil restablecer unas condiciones en que todos se sientan parte de lo mismo: es evidente que con el mero recurso a la legalidad ordenancista no es suficiente.

El reglamento
La decisión de recurrir constantemente a la intangibilidad de lo legislado en otro momento nunca ha sido suficiente para atender a las variaciones que la necesaria evolución de los acontecimientos haya ido imponiendo de continuo. Ni siquiera en la etapa franquista fueron capaces de sostener aquel tinglado sin adaptaciones reformistas de lo suyo. El paso del tiempo y el peso de lo que en otra circunstancia era irrelevante pero que ahora tiene relieve –o la necesaria variabilidad de los componentes que intervienen en las modulaciones de las formas de vida- hace imprescindible que las decisiones políticas se acompasen al ritmo de ese torrente vital. Salvo que se prefiera la obsolescencia que impone el atenerse a la literalidad reglamentista, pese a que pueda erigirse en motivo rupturista.

Esta actitud suele ir acompañada de planteamientos conceptuales absolutos. Es propia de los poseedores exclusivos de la certeza, nada propicios para compartir ni acompañar en el camino vital a otros. Este tipo de determinaciones políticas las generan gentes y grupos que resultan beneficiados con que todo siga intacto. Incluso en coyunturas formalmente democráticas favorecen su posición dominante y se corresponden mejor con su manera de procurar que los demás se atengan a lo que ellos deciden que es la verdad.

El pretexto y la ocasión puede ser cualquiera, pero la actitud siempre es la misma y, de inmediato, las posiciones que se producen suelen ser muy antagónicas, casi siempre abocadas al desencuentro y a la imposición más o menos arbitraria. Da igual: siempre maduran mediante la intimidación de la fuerza y la escalada del miedo. En este momento, la cuestión que ocupa casi todo el escenario mediático es la de las relaciones con Cataluña. Pero no se debiera olvidar que, simultáneamente, hay asuntos de tanta o mayor importancia que están siendo ocultados a la atención pública a causa de esta urgencia. Entre otros, la precariedad de los pocos empleos que se generan, las distancias sociales crecientes o los derechos sociales disminuidos. La cuestión de la enseñanza pública, en creciente asalto de las privatizaciones y recorte de medios, no es asunto menor. Y tampoco lo es que todo ese conjunto de desatinos e incertidumbres, que ha de sufrir especialmente la mayoría del pueblo llano, haya de convivir con los perjuicios que plantean los casos de corrupción y asalto al erario público, con la derivación hacia un creciente desapego ciudadano hacia la vida política.

La cronificación de los recortes
A la España de 2017 le sucede algo muy similar a lo que acontece con el curso escolar que lleva el mismo guarismo. Es más: lo que está aconteciendo en ese microcosmos de la educación es una metáfora de lo que sucede en otros planos más amplios. La LOMCE –la ley vigente- sigue en vigor pregonando la “mejora del sistema educativo”, pero la inversión se congela y los recortes se cronifican. Lo que equivale al truco de siempre: lo bueno, bonito y barato siempre perjudica, sobre todo, a los más débiles y más crédulos. Si en relación con el PIB la evolución del gasto público educativo ha bajado desde 2009 hasta ahora sistemáticamente, pese al supuesto crecimiento final de este indicador; si entretanto se ha sostenido e incluso se ha acrecentado levemente el de los conciertos educativos, cosa que en Madrid, Cataluña o Valencia, ha sido más contundente; si el alumnado matriculado en los centros públicos ha ido en aumento en estos mismos años desde 2009; si el gasto público en atención a la diversidad ha servido para afianzar la desigualdad; o si han disminuido los becarios, las becas y sus cuantías y, además, no se recupera el empleo docente y aumenta su temporalidad pese al acuerdo firmado en marzo de 2017, no se puede decir que España vaya bien, ni que todo sea cuestión de unos problemillas que estamos a punto de resolver con las reformas emprendidas.

Lo que sugiere lo acontecido con los asuntos educativos es que hay problemas de fondo, más estructurales, que no se arreglan, como se pretende, con un juego terminológico que remita a la legalidad vigente. El diálogo político atento a los problemas de todos es más duro e incómodo, pero es lo que se echa en falta si de una España de todos se habla, pues las diferencias en financiación, infraestructuras y servicios son muy dispares de unas Comunidades a otras. Y de entrada hay que añadir, además, que los costes de esta crisis que venimos soportando desde 2009 ha sido soportada sustancialmente, en unos y otros territorios, por los grupos sociales menos favorecidos, como hace visible el Informe FOESSA-2017 sobre “Desprotección social y estrategias familiares”. El análisis de la inversión pública en educación que acaba de hacer púbica FE-CCOO con motivo del inicio de este curso académico incide en que es el derecho universal a una educación digna el que los más débiles no han logrado disfrutar, mientras otros segmentos sociales apenas han notado su carencia. En definitiva, entre relatos y contrarelatos, lo constatable es la desigualdad de trato y el poco interés en ponerle remedio ajustado.

Acuerdos concretos para un pacto
Manuel de Puelles acaba de recordar en la Subcomisión parlamentaria por el Pacto Social y Político en Educación la irresistible seducción por solucionar cuestiones relevantes con la mera legislación. Tal tentación no ha impedido que nos encontremos con problemas de difícil solución si no se alcanzan, al menos, algunos “acuerdos pragmáticos concretos” ni si, en el medio plazo, no se revisa lo acordado en el artc. 27 de la Constitución. Puede que no sea este el momento adecuado para tener en cuenta los incumplimientos. Pero es que desde 1978 nunca hemos tenido tiempo para ello, lo que en sí mismo constituye un problema más serio: en casi 40 años –tantos como los de la etapa franquista- no se han logrado casar satisfactoriamente dos pretensiones primordiales en un sistema democrático como la universalidad y la igualdad educativas en libertad.

Sin entrar en un acuerdo en profundidad del artículo 27, siempre que las partes ansíen de verdad un pacto educativo el no plantear ahora un cambio constitucional “no resta, sin embargo, la posibilidad de llegar a un acuerdo en la interpretación de este artículo”. En esa dirección, se ha de ser consciente, de todos modos, de que no es la primera vez que se sueña con un pacto en este ámbito. El incumplimiento de lo pactado en la Constitución hizo que se intentara en 1997, y que lo rechazara Esperanza Aguirre; también lo propuso el Consejo Escolar del Estado en 2004, con Marta Mata todavía en su presidencia; y volvió a tratar de lograrlo Ángel Gabilondo en 2009 sin que lograra sacarlo adelante. E igualmente se ha de advertir que, para lograr algo efectivo y no meramente cosmético, en esta Subcomisión hace falta algo más que formalismos. En lo que le reste de trabajo, no debiera convertirse en mera catarsis particular, reducida a oír voces contradictorias. Peor sería que se quedara en dilación de pura distracción, nada terapéutica.

Se podría empezar, en consecuencia, por “fijar los procedimientos para los acuerdos y consensuar las propuestas de contenidos de esos acuerdos concretos”. Si el theatron griego era un espacio para ver y la paideia lo que todo ateniense debía saber, la experiencia visual y auditiva que proporcione esta Subcomisión parlamentaria propiciaría de este modo el clima adecuado para establecer las políticas que permitan mejorar el sistema educativo en el sentido de cumplir lo que, en principio, trató de casar el artc. 27: su igualdad en la libertad.

Esperemos que este curso sea más fructífero en esa dirección y que, para ejemplo, la LOMCE sea derogada pronto. De no seguirse esta secuencia propiciadora de la filía o fraternidad democrática, la educación española seguirá haciendo contemplar desajustes derivados de la inequidad creciente que privilegia. Pese al espectáculo que acaba de reanudarse en el Parlamento, seguirá traduciendo un entendimiento sesgado de la libertad de enseñanza, por aristocratizante y segregador. Bien merece la pena limitar el malestar híspido y displicente que, en vísperas del 1-0, se vive estos días especialmente en la historia particular de Cataluña y, por reflejo, en el resto de las comunidades españolas. Para algo útil debiera servir esta mala experiencia.

TEMAS: Pacto educativo. Acuerdos posibles. Artículo 27 de la Constitución. Comienzo de curso. Cataluña. Historia de la educación. Sistema educativo español. Diálogo político.

Manuel Menor Currás
Madrid, 17.09.2017

11 sept 2017

En setembro volven ser patentes as desigualdades do sistema educativo


A nosa versión universalizadora dos dereitos educativos sostén múltiples resabios de diferenza, segregación e, ata, exclusión. De entrada, ten dúas -ou, segundo se mire, tres- redes ben distintas.

O mes de setembro é o que mellor mostra unha das desigualdades máis persistentes en España ao longo da idade contemporánea e actual. Antes de 1857, correspondíase coas características económicas e sociais que marcaba a ríxida e xerarquizada sociedade do Antigo Réxime. Ata as superaba, pois poucos -e especialmente moi poucas- eran quen tiñan acceso ao coñecemento. E desde 1857, en que Claudio Moyano fixo a primeira lei xeral de Educación, ata o presente en que ten vixencia a LOMCE, seguimos mantendo, con aparencias lixeiramente diferentes, unha ampla paisaxe de desigualdades na prestación dos medios adecuados para dar cobertura a este dereito esencial de acceso ao saber. Verdade é que se logrou a escolarización universal pero, pese a todo, a educación que reciben uns e outros españois dista moito aínda de ter as características da equidade como supostamente se pactou na última Constitución.

Duplicidade, non igualdade

Desde antes da lei Moyano e ao longo dos 160 anos últimos, a estrutura do sistema educativo español ha ter sempre unha ampla duplicidade, atenta á reprodución de características sociais moi diferenciadas. Na etapa da II República e na dinámica do acontecido en Francia e outros países, intentouse reducir o desequilibrio, pero nos 40 anos que seguiron ata a Constitución de 1978 fortaleceuse a situación previa, de modo que cando se debateu o artg. 27, o peso que tiña o ensino privado no conxunto do sistema educativo español -en gran medida propiedade de congregaciones católicas-, foi moi superior ao dos que defenderon a escola pública. Isto explica que fose redactado de modo ambiguo e, sobre todo, que de entón a hoxe sigamos con evidentes diferenzas entre ambas redes e, o que é peor, cunha forte propensión a reducir, desde os anos 90 os recursos da rede pública. Nun recente informe de FE-CCOO, pode seguirse gráficamente en detalle a secuencia desta diminución desde 2009, tanto en persoal como en medios para atender aos cidadáns máis desfavorecidos. Pese a que a crise fixo aumentar os demandantes de educación pública, a tendencia é que, no afán de reducir custos, os orzamentos favoreceron ao ensino privado mentres os da pública diminuíron. sucedeu especialmente na atención á diversidad, as bolsas e as ratios por aula.

Na primavera, os pais primerizos dedican parte do seu tempo a buscar información para que os seus nenos teñan acceso ao que consideran un bo investimento de futuro. O boca a boca adoita ser o medio máis prestixiado para decidir a onde se leva o neno ou, sobre todo, a nena. A publicidade escolar tamén fai o seu: prolifera entón de xeito máis agudo para idealizar as calidades que teñen determinados centros. Un brillo ao que os rankings de centros que algunhas comunidades impuxeron tamén contribúe. Así se ha ir configurando unha fonte documental de primeira orde para observar cales son as preferencias deste mercadeo e cales as súas pulsións cambiantes a fin de que a demanda escolar teña unha ficción referencial. Convertida a escolarización en mercadoría, a demanda adoita acabar axustándose ao que a oferta proporciona. A pluralidade que ofrecen instancias privadas diversas, en que o negocio adoita mesturarse con razóns ideolóxicas predominantemente relixiosas que o fortalecen, é relativamente ampla, pois dá acceso -con variacións crecentes segundo etapas e comunidades autonómicas- a máis dun terzo da poboación en idade de escolarizar, pertencente na súa gran maioría ás clases medias e medio altas.

Trala ardua decisión e o cálculo de oportunidade pertinente, para os pais máis preocupados setembro vén ser xa o momento de comprobar de que vai o produto que elixan, sobre todo se decidiron levar aos nenos ao ensino privado ou concertado. Gozan estas en menor ou maior medida do diñeiro público, pero convén non esquecer que a rede pública tamén a pagan os cidadáns, aínda que pola vía presupuestaria. Os que por razóns económicas ou de moi meritoria elección persoal decidiron enviar os seus fillos a este subsistema non adoitan ter en setembro unha tensión tan estrita coa rendibilidad da súa elección inversora. Ninguén lles quitará, con todo, que, cando falan con achegados ou familiares, lles xurdan da gama do prestixio e demostración social dúbidas de se farían o correcto.

Reprodución máis ca educación

Vista historicamente, entre as condicións do noso sistema educativo, a da desigualdade segue sendo unha das máis significativas. Se para que desapareza habemos de esperar o mesmo tempo que levou universalizar a escolarización, quédanos aínda para moito tempo. En 1989, estaba lograda ata os 14 anos e, en torno a 1996 -despois de que se ampliase aos 16 nun momento en que a educación pública tivo un forte impulso- alcanzouse esa preciada aspiración dos máis ilustrados do XIX. O problema é que en moitos casos non se soubo ben que facer con ese medrado tempo da escolarización e que, namentres, permiviron moitos recunchos do sistema para manter a diferenza. Un dos máis sutís e astutos, por exemplo, foi o da “igualdade de oportunidades”, constructo en que -como explicou Ángel Puyol en 2010- escondeu Napoleón para o seu delirio imperialista as aspiracións de millóns de individuos que, antes da Revolución, estaban condenados desde antes de nacer, a seguir soñando coa posible emancipación. En realidade, a carreira aberta aos máis talentosos baixo un rubro distinto da linaxe persegue aproveitar ao máximo iso é a esforzada meritaxe- as posibilidades de maior rendibilidade social, política e económica. A cambio, segue deixando fóra de xogo á gran maioría de individuos, e máis en tempos de crises.

Pola súa banda, José Saturnino Martínez acaba de publicar La equidad y la educación, en que incide sobre as inequidades actuais que cabe deducir dunha rigorosa análise estatística. Bo momento, pois, o deste setembro para reconsiderar o carácter discriminatorio que segue mostrando o sistema educativo español, onde un 33,3% de cativos está en clara situación de desventaxe social e en grave risco de pobreza educativa. Aí si que non chegou de ningún xeito a suposta bonanza do crecemento económico. Comunidades como a madrileña, de nivel alto na súa contribución ao PIB, seguen sendo paradigmáticas en canto ao maltrato cara á escola pública en beneficio crecente da privacidade educadora. Valla de proba o que neste setembro teñen que soportar os pais de miles de nenos sen posibilidade de “elección de centro”, ese ideoloxizado eslogan que tanto instrumentou Esperanza Aguirre e que segue utilizando agresivamente Cifuentes. aumentaron as subvencións a colexios que segregan por sexos. Hai uns 19 centros escolares en obras onde, ata, empezarán as clases en barracóns. Persisten bastantes “centros de difícil desempeño” e, ademais, nunha precariedade laboral onde hai profesores interinos, como Eloy Garavís, que circulou durante un mesmo ano académico ata por sete centros diferentes.


Neste setembro segue urxindo reformular, xa que logo, as políticas educativas que se levan a cabo. Sobre todo, as que induce o MECD con lexislación e proxectos como o dun “pacto” en que este tipo de cuestións nin se mencionen ou o fagan de xeito tan suave que todo siga como foi. A pretensión do PP de preservar e aumentar os privilexios dos concertos educativos e outras subvencións a centros privados, é a regresión perpetua. Non se contentan con que os dereitos educativos se reduzan a preservar en puridade as reformas que puxera en marcha a UCD, particularmente a LOECE (1980). De ser posible, tratarán de ir máis atrás: para os máis conservadores, a lei de 1970 sería a orixe da gran estafa? educativa. Tamén as primeiras folgas obreiras da etapa franquista levaron a dicir a algúns: - “¡A onde imos parar; si ata os obreiros queren vestir abrigo!”.

Igualdade e propiedade

A igualdade segue sendo, en todo caso, un indicador esencial para entender de que van a calidade educativa ou a democrática en xeral, aínda que o fondo desta cuestión xa quedou sentenciado na peripecia acomodaticia que adoptou a Revolución Francesa antes de que terminase o século XIX. Robespierre, para quen a pobreza era incompatible coa independencia persoal que presupón ser cidadán, antes de que o estigmatizaran sentenciou que o dereito máis imprescindible do home é o de existir: “a primeira lei social é, pois, a que asegura a todos os membros da sociedade os medios de existir; todas as demais subordínanse a esta”. Aí conectaría o da educación, imprescindible para non ser escravo de múltiples formas de dominación e dependencia. Con todo, como analiza Puyol, o triunfo dos intereses burgueses sobre os do estado llano nesa Revolución tan crucial fixo pronto que o significado de liberdade e igualdade se acomodase ás esixencias daqueles. “A liberdade” reduciuse á liberdade económica dos propietarios; “a igualdade” transformouse en formalista igualdade ante a lei, por mor da seguridade xurídica contractual. E de “a fraternidad”, o outro gran referente, patente é que quedou máis proclive á aleatoria continuidade da beneficencia particular que ás esixencias dunha xustiza distributiva. En canto á proposta da igualdade de oportunidades antedita, á vista está o lonxe que nos atopamos de erradicar as contradicións que o noso sistema educativo carrexa.


Aí seguimos neste setembro, cando arrinca este novo curso académico e o imaxinario nacionalista pretende distraernos con outras nostalxias. Os seus cómplices, que agora se rasgan as vestiduras, tanto guerrearon con que España se rompía que non se sabe onde están en vésperas do 1-O. Andarán buscando os 40.000 millóns de Euros que dixeron non pesarían sobre o erario público? Por que se amparan en neolenguaxes vacuas para que non nos fixemos en que promoven descarnadas asimetrías sociais e que, en coherencia, a escolarizaión pedestre que patrocinan non ten interese ningún nunha equidade digna para todos?


TEMAS: Liberdade. Igualdade. Fraternidade. Propiedade. Dereitos educativos. Ensino privado. Ensino concertado. Ensino público.


Manuel Menor Currás
Madrid, 09.09.2017

6 sept 2017

A volta ao colle arrastra serios problemas, esixidos doutras formulacións



Que pasa coa Natureza e a sociedade na que vivimos?. Que pasa cos comportamentos idóneos para que ambas sexan sustentables e gratas? Que educación queremos?


Termina agosto de 2017, un mes que, tanto se se mira desde a perspectiva dos incendios forestais como desde os atentados nas Ramblas e Ripoll, foi pródigo en calores e acaloramentos. Estamos xa en setembro, tan propicio ao estrés postvacacional como a reiterar rutinas proclives a que os desmáns de todo tipo e a senrazón se sigan impoñendo como cansino hábito de conduta: o que segue molando é o que non desentoa do consabido. Agora, mellor que antes: hai máis facilidades para vociferar pronto ao máis leve indicio de desacordo razoado co trillado.


Fráxil Natureza

Habituais no verán desde hai décadas, os incendios -na súa maioría provocados- son cada vez máis temerarios e tenden a ter maiores proporcións. Das 39.000 Has. calcinadas este ano -case a metade do que ardera desde 2006-, o sucedido na Cabrera leonesa ou na comarca de Verín e arredores non só mostra unha tradición moi asentada. Fala tamén dunha despoboación crecentemente acelerada, dunha demografía envellecida, duns labregos fartos de abandono e desidias. Esas son as causas de que amplas áreas da España baleira resulten insostibles, similares a Laponia. E a ese proceso de baleirarse en que está inmersa a Península -máis aló do explicitou no libro de Sergio del Molino-, ha de sumarse máis pronto que tarde outra dinámica xa en marcha e tamén moi rápida, a do cambio climático. Non é que neste xullo ou agosto haxa máis calor que noutros meses do ano: ata aí o clima segue o seu pauta habitual no noso hemisferio. É responsable, iso si, dos fenómenos de calor extrema que se produciron e de que esas intensidades se estean repetindo con máis frecuencia estatística da afeita. Segundo Guillermo Altares, o do furacán Harvey en Houston e no seu paso cara a Louisiana “é só o principio”. Por máis que non nos guste, o cambio climático está acelerando alteracións potentes da vida vexetal nesas mesmas latitudes, como pode verse nas pragas que a seca induciu nos carballos de extensas zonas da Galicia con clima de transición mediterránea, sobre todo ao Sur de Lugo e boa parte da provincia de Ourense: as zonas do deserto demográfico galego. Urxe nestes asuntos primordiais unha conciencia ben distinta da dominante que promoven, entre outros, personaxes como Trump ou do desleixo dalgunhas administracións.


Débil convivencia

No plano máis estritamente convivencial, os atentados yihadistas en Cataluña ocasionaron exhibicionismos demasiado acalorados que, nunha interesada perversión política, utilizaron os mortos a conveniencia. Non só é que, como Gregorio Morán asegura, se evidenciaran moitos fallos duns e outros, a máis diso problemas dalgunha prensa, contraditorios coa honrada deontoloxía xornalística. A Rajoy valéronlle para sepultar moitos dos problemas que arrastra en relación coa corrupción e, de paso, evadir responsabilidades que puidese esixirlle o Congreso de Deputados, amparándose no reconto numérico dos que o apoian. Tampouco faltaron quen, en nome dunha suposta exclusividade moral superior, reclamaron respostas responsables ás conciencias que, en nova cruzada, debesen sentirse humilladas por presuntos esquerdismos cooperadores do mal. Afortunadamente, non todos os curas reaccionaron como Santiago Martín, o recobrado predicador de outrora en TVE. Outros se dirixiron á Conferencia Episcopal para que a Canle 13TV en que pon esta os seus diñeiros suprima faladoiros que adoita promover, pois “danan a convivencia”.

Setembro, con máis problemas dos previstos, acumula así suspensos e repeticións, por máis que queiran taparse tras unha inexplicada precariedade do emprego mentres se realza falazmente un dubidoso crecemento cuantitativo. O utilitarismo da satisfacción, acomodado a tradicionalismos medievais, hipervalora as xenealoxías de matamouros. E acrecenta moito, ademais, o número de quen, alleos ao seu propio pasado, se envaecen de ignorar que tamén eles son ou foron -en recente xeración- migrantes do interior peninsular ou que teñen débedas co exterior. Tanto esquecemento, sumado ao excesivo abandono da razón nos asuntos que nos incumben a todos de cerca, pode ser motivo de moita risa. O reencontro en setembro coa realidade adoita ter esta parva expresividade, acompañada dun ambiguo ¡oxalá non volva repetirse!


Esperanza da educación

Máis prudente sería que o final das vacacións inducise a propósitos máis eficientes. Non é que por xogar con lume poidamos pagalo nun seguinte episodio terrorista, como suxire Íñigo Sáenz. Pero si sucederá que se non nos arrepentimos seriamente das oportunidades perdidas de facer un país máis coherente, máis solidario e menos desigual, todo será peor. Tamén climaticamente, por máis que nos leven visitados este ano 47 millóns de turistas. Como todos os anos, setembro é o momento da volta ao cole e aos preparativos que iso comporta. Se a mirada se pon na necesidade dunha boa aprendizaxe para todos, este ano debería conlevar ou repensar seriamente as políticas sociais, as educativas en particular, indispensables para unha boa relación co hábitat e cos que o habitan. Co pretexto da crise, foron desmanteladas ou están en proceso de seguirse desmantelando para impoñer textos normativos reducionistas dos dereitos de todos. Isto é o máis desconsolador, e que debeu corrixirse antes da desolación por sucesos como os deste verán.


Dedicarse a botar balóns fóra só aproveita aos botafumeiros insoportables do poder instituído. Viven de propugnar que a nosa estrutura educativa mellorará substantivamente, ao parecer, co aumento das privatizacións, a redución de recursos na escola pública, a inestabilidade de a estima dos docentes, o control das avaliacións externas e similares inventos adaptativos das medidas que moitas empresas empregan para unha xestión que acrecente, ao amparo de reformas laborais indignas, a cutre provisionalidade da protección social de todos. Sabedores por experiencia da eficiencia de tales políticas, tamén aumentan os que, como Marcelo Soto, -e similarmente a quen defenderon no século XIX a escolaridade universal- indican que os recursos investidos en educación son os mellor empregados para deter o horror, porque se hai algunha forma de logralo é a cultura e o coñecemento. Non é gremialismo. Iso mesmo din significativas institucións que veñen avisando dos riscos que xera a desigualdade que reproduce a diario o noso sistema escolar. Se non se enmendan derivas desestabilizadoras, todo o sucedido este verán sería en balde: os queixumes levaraos o vento e impoñerase o necio fariseísmo.


TEMAS: Cambio climático. Incendios. Atentados yihadistas. Escolarización de calidade. Recursos educativos. Políticas socioeconómicas..


Manuel Menor Currás
Madrid, 02.09.2017