Para
evitarlo, antes de la Conferencia de Presidentes Autonómicos debiera
saberse a qué se juega con posibles pactos y consensos. Y que se
excluyen definitivamente actitudes decimonónicas.
Los
días navideños son propicios para el desafecto y para
que se arme el belén. Lo saben muy bien cuñados, suegras y
nueras en trance de demostrar que saben más que nadie y que tienen
la mejor solución para todo tipo de problemas. La Navidad, que en
muchos casos reconforta, ofrece particulares ocasiones para la
infelicidad, amén de las inocentadas del 28-D.
¿Derecha
progre?
Estas
situaciones se han fraguado lentamente, pero sin descanso. Son el
fruto de actuaciones anteriores no del todo resueltas, aunque pudiera
parecer lo contrario. En política –mejor que en ningún otro campo
vital-, suelen traer como desenlace que no hay enemigo pequeño; al
menos potencialmente. El pasado día 20, José María Aznar
enviaba a Rajoy una misiva en que le comunicaba su decisión de
abandonar la presidencia de honor del PP. No ha pasado una semana y
ya le han llovido propuestas para que se anime a formar su propio
partido; en
particular, la de Hazte Oír perseguiría, como titula El
Plural.com, frenar a “la
derecha progre”.
Esta
plataforma ultracatólica, vigilante otras veces de que la ideología
del PP no se desviara de la decimonónica pretensión de sostener
para la vida colectiva posiciones dogmáticas inconmovibles en cuanto
a costumbres –aunque luego fueran los primeros en contravenirlas en
privado-, pretende tener ahora los mimbres con que construir ese
antiguo proyecto. La FAES de Aznar, a quien podrían unirse algunos
de los
defenestrados en la legislatura pasada, podría ser el barco en
que se emprendiera esa nueva singladura política. Todo por la
“regeneración” de la derecha que desean centrada –referencia
que se apropian- y porque “cambie el panorama político”.
Lo
que a este grupo parece inquietar es que pueda imponerse en el PP una
“derecha progre, laicista y abortista”, o que la vida, la familia
y la libertad no estuvieran suficientemente defendidos porque se
hubiera convertido en “correa de transmisión de la izquierda”.
Puede que simplemente jueguen a meter miedo de desviacionismo a sus
propios correligionarios para que se sientan obligados a defender lo
que sostuvieron cuando eran mayoría absoluta y no tenían que
atenerse a las formalidades de diálogos y pactos. En todo caso, los
promotores de esta iniciativa parecen haber obviado algunos supuestos
de interés.
Entre
Orovio y Wert
Entre
los “quemados” que recuenta Sergio Colado en El
Plural, estaría también
Ignacio Wert. Muy dudoso es, sin embargo, que pueda sentirse tal
cuando lo suyo en París, ante la OCDE y al lado de la paleontóloga
Gomendio, especialista en primates, tiene todas las características
de un pago por servicios prestados. Mejor es difícil: en la ciudad
del jolgorio más preciado del turismo selecto, en vez de la brega
diaria con estudiantes y profesores hartos de sus formas. A buen
seguro que los de “Hazte Oír” no tienen nada que objetar a una
gestión reformista tan despectiva con lo público, salvo que añoren
que no se hubiera investido plenamente de las maneras del ministro
Orovio (1817-1883), un modelo en cuyo haber está el haber expulsado
de sus cátedras universitarias a Salmerón y Castelar y, ya en plena
Restauración canovista, a Francisco Giner de los Ríos, a
causa de la Circular del 26.02.1875. Cerca le ha andado Wert con
su LOMCE, de todos modos, en aspectos tales como los que encerró la
“reforma de los estudios de segunda enseñanza” que impuso por
Real
Decreto de 09.10.1866, “contando con el celo de los Profesores,
así públicos como privados, con la vigilancia y solícita
inspección de los Rectores y de las Juntas de Instrucción Pública,
y con la cooperación de los Párrocos, por lo que hace a los
estudios privados del primer período (además de lograrse una no
despreciable economía), es de esperar que se obtenga una juventud
bien formada, con sólidos y verdaderos estudios que le faciliten la
entrada y progreso en el ulterior y más elevado de las ciencias, al
mismo tiempo que se conseguirá que se difundan los conocimientos
útiles; que participen de los beneficios de una sana ilustración
las clases menos acomodadas, que no pueden emprender carrera
científica; que se pongan, en fin al alcance del mayor número las
condiciones indispensables a una persona culta y bien educada en la
sociedad presente”.
De
no menor interés a efectos comparativos de ambos personajes y
tendencias, es el Real
Decreto emitido, también en esa fecha de 1866, con que
reorganizó las Facultades de Filosofía y Letras. Abogaba por que
asistieran a ella “pocos pero escogidos alumnos”, que no
aspiraran a otra gloria que a la del “generoso y desinteresado
propósito” de saber. “La
Facultad de Filosofía y Letras no está llamada en España
–aseguraba-, ni lo está en ningún otro país, a contar con un
inmenso número de alumnos como las Facultades de Derecho y Medicina”
pues la gloria de saber “no es buscada por el mayor número en
épocas en que por desdicha se da mas culto de lo que fuera debido a
la ganancia real y positiva”.
Nostalgias
de pasado
No
pasan en balde 150 años, pero el acuerdo en suprimir el
analfabetismo rampante que había entonces, unido a los cambios
habidos en tantos frentes sociales, no parecen exigir, a ojos de
estos tradicionalistas nada liberales, sino que en en estas
Navidades la nostalgia del pasado nos lleve a regresar decididamente
a mediados del siglo XIX. En vez de ver qué demanda la sociedad en
que estamos y cuáles sean sus verdaderos problemas en este
complicado siglo XXI, mejor el regreso a su inmóvil tradicionalismo,
ajeno a cuanto suceda alrededor. Algunos acontecimientos son
significativos. La medalla de oro
en las bellas artes 2016 a un torero más o menos exitoso, no
deja de ser una provocación en toda regla al mundo de la cultura. Lo
de las estafas caritativas, porque el Estado
es propiedad de unos pocos ricos –como dice Luis García
Montero-, no es sólo algo que deja al aire el caso de la enfermedad
de la niña Nadia, sino que deja ver por donde andan demasiadas
cosas. Como la mala fama que una Universidad pública está
cosechando porque su propio Rector
es un perfecto antimodelo de las cualidades que valoran algunas
redes sociales convenientes. Lo que hasta ahora se sabe sobre este
asunto debiera ser suficiente para hacer ver al interesado que el
desempeño de ese cargo exige más rigor que el que le exigen
quienes le han aupado, cuando nadie en el Ministerio ni en la
Comunidad autónoma responsable se siente aludido a día de hoy.
No
deja, sin embargo, de ser una estafa preocupante. A todos y
especialmente a los más selectos atañe el viejo dicho de que
corruptio optimi pessima.
Tanto más cuanto que este asunto de los plagios y sus complicidades
en la URJC puede que tan sólo sea la punta de un gran iceberg en que
puedan aparecer muchas supuestas investigaciones evaluadas en la
Universidad española. Su seriedad y honradez es posible que no hayan
estado garantizadas suficientemente. Una desconfianza que ya es
habitual respecto a muchas calificaciones de tesis y otros trabajos
académicos, cuyos sobresalientes cum
laude no tienen garantía de
corresponderse con el mérito de lo aportado. Deberían haber sido
descabalgados a tiempo estos falsos rituales, pero no lo han sido,
porque lo más grave es que similarmente sucede con muchos docentes,
de quienes nadie sabe explicar decentemente qué siguen explicando ni
a qué se deba su venia docendi.
Mal
haría la actual Universidad si entendiera estas desconfianzas como
desmedida causa general: las malas prácticas, fáciles de cosechar,
son difíciles de enmendar. Quienes sostienen los estudios
superiores con sus impuestos –teóricamente para bien común-
tienen derecho a saber que
no se invierten indignamente . ¿Ante quién deben reclamar
cuantos se sientan perjudicados? ¿Deben hacerlo quienes hayan sido
estafados en el pasado, sea cual fuere su antigüedad, o no les vale
el res clamat dominum del
derecho civil romano? Item más: teniendo en cuenta que todo profesor
o maestro pasa actualmente por la Universidad, que le acredita como
tal, ¿a qué modelos ha de recurrir cuando las obligadas referencias
de ejemplaridad contravienen lo que la deontología docente exige?
¿Qué
pactos?
En
vísperas de un posible pacto educativo, y teniendo en cuenta que
Rajoy quiere llevarlo ante
los presidentes de las Comunidades autónomas a mediados de
enero, en buena medida por razones presupuestarias, bien estaría,
por tanto, que antes de esa Conferencia empezáramos a saber qué
vaya a representar en cuanto tal pacto. Y ante todo, si se decanta
por saldar deudas con la sociedad con medidas contrarias a las que
hace 150 años puso en marcha el Sr. Orovio o si, más bien,
preferirá que asociaciones como “Hazte Oír” sigan imponiendo
sus criterios particulares al resto de la ciudadanía como fórmula
de diálogo y entendimiento.
Aclararía
muchas cosas que desterrara viejos prejuicios, pues estamos en un
momento en que las
promesas resultan increíbles e insuficientes, y cuando
determinadas clases
de costura resultan carísimas, a puñaladas, según aprecian
algunos. Que a estas alturas tengamos en la educación una de las
insuficiencias centrales de esta democracia, es herencia limitadora,
amén de inco-herencia vergonzante, que resalta, sobre todo, en
personas supuestamente selectas. De la que ocupa la cartera de
Justicia, Javier Marías acaba de
escribir: “Se
supone que el
señor Catalá estudió Derecho
para llegar a su importantísimo cargo. Uno no tiene más remedio que
preguntarse cómo logró aprobar las asignaturas”.
TEMAS:
Pacto educativo. Diálogo político. LOMCE. Wert. Orovio. “Hazte
Oír”. Plagios en la URJC. Calidad universitaria. Profesionalidad
docente.
Manuel
Menor Currás
Madrid,
26/12/2016