A opinión dos docentes...non conta?

25 jun 2015

Supresións de estudos no CIFP Portovello: unha historia repetida

Cumpríronse catro anos da supresión  de estudos no IES Portovello, daquela foi o Bacharelato, agora tócalles aos ciclos de Técnico de atención a persoas en situación de dependencia e Educación Infantil.


A historia repítese e os métodos tamén. Sen ter en conta as circunstancias persoais e famililiares dos noventa e sete alumnos que escolleron a modalidade modular por adecuarse aos seus horarios, agora a consellería de maneira unilateral e sen negociar con ninguén decide suprimir os citados módulos e remitir ao alumnado á modalidade á distancia. Unha vez máis non se respetan as condicións que a propia consellería puxo nun principio cando estes alumnos se matricularon en primeiro curso. Unha vez máis o abuso de poder e a inseguridade xurídica, son o emblema dunha consellería xorda e cega aos dereitos adquiridos dunhas persoas que fan a súa opción en relación cunha oferta feita no seu día pola propia consellería. Unha vez máis se utiliza o decretazo sen explicación e, faise, con premeditación, nos últimos días do curso.

Non, así non. De novo téntase disfrazar a realidade, neste caso, ofrecendo novos módulos de formación. Hai catro anos, tamén pretenderon enganar ao persoal implantando iso que chaman Formación Dual e Centros Integrados de Formación Profesional. A realidade, por moito que se empeñen en tratar de disfrazala, é outra: outro recorte máis na oferta educativa, unha cuestión puramente económica. Sustitúense modalidades presenciais, por ensinanzas a distancia. O deterioro da calidade educativa é patente e a proba desta política témola hoxe diante dos nosos ollos: ao tempo que se pechan modalidades de formación para persoas adultas no ensino público, ofrécense novas ofertas de formación para as mesmas persoas, nos centros privados.
Xa está ben. Non podemos quedar calados diante dun recorte, outro recorte e outro máis...as condicións na ensinanza pública nos últimos anos foron - contra o que opinan algúns- cambiando considerablemente: máis alumnos por aula, incremento de carga horaria do profesorado, menos recursos dotacionais, menos recursos para as ensinanzas especiais, para a integración, unha concepción segregadora do ensino e unha filosofía que se desprende da LOMCE, que nos retrotrae corenta anos atrás. Xa está ben...solidarizámonos co alumnado do CIFP Portovello e hoxe, 25 de xuño, igual ca hai catro anos e, por razóns semellantes, acudiremos á manifestación convocada ás 20 horas diante da subdelegación do goberno.







23 jun 2015

Hay odiosos videojuegos y, también, otras maneras de "pegar a los profes"



Julio Llamazares ha denunciado en El País algunos hábitos de ocio, exitosos entre adolescentes. Reflejan diversos problemas, requeridos de urgente atención y menos frivolidad.


El escritor leonés, afincado en Madrid, ha escrito un muy oportuno lamento por el éxito creciente de un videojuego consistente en Pegar al profe. En su valiosa obra literaria, no es la primera vez que escribe sobre ambientes educativos y con gran conocimiento de causa, por haber vivido desde su infancia en la montaña leonesa las duras condiciones del magisterio español. Está por ver hasta qué punto el motivo de su comentario sea síntoma de que algunos valores convivenciales estén mutando alegremente hacia un mundo más inquietante que el de La lluvia amarilla, que tan bien supo ponernos delante o, tal vez, hacia el de El entierro de Genarín. Cualquier deriva es posible en el ambiente chillón actual, en que parece tendencia consolidada epatar al coleguismo descerebrado con gracietas que atrapen cuanto se mueva en la galaxia Internet. Al día están iniciativas provocadoras –hay otros videojuegos con similar transgresión lúdica hacia grupos y personas concretas-, en que tiene rentabilidad constitutiva la mala educación, ajena a toda deontología moral. Esteban Ibarra los conoce bien, y la incitación al odio que proyectan.

Comparto con Julio que, respecto al desprecio que propaguen hacia los enseñantes estos juegos electrónicos, todavía es más lamentable la imprecisa proporción en que esta línea de entretenimiento virtual pueda expresar una propensión desconsiderada y agresiva de la sociedad, que a veces no es tan vicaria como en estos pasatiempos se propone. Pero peor sería todavía si viniera a reproducir el mal ejemplo propagado por una buena nómina de conocidos políticos y tertulianos, que no han dudado en apuntarse a la facilona manía de tirar piedras, a bulto, a los trabajadores de la enseñanza cuando sus muy particulares intereses lo han requerido. Cómo será de razonable esta duda que, hasta Google, si se enuncia “los profesores son”, inmediatamente activa tres opciones de su motor de búsqueda, de las que dos sugieren que “son funcionarios” y que “son vagos”. Y la tercera, con la Ley de autoridad por medio, plantea el arreglo de parte de este desaguisado como si de algo puramente administrativo se tratara, ajeno a la demostración de aprecio de una Administración cuidadosa de sus maestros y profesores -públicos o privados-, cuya tarea se supone primordial para crear ciudadanía.

Más desconcertante, de todos modos, es lo que podido leer en una brevísima reflexión última de un profesor de la Complutense en su blog. A partir de un aspecto colateral del comentario de Llamazares, concluye expeditivo: “la cuestión de por qué los docentes se quejan tanto de su situación sigue siendo un misterio para mí”. Después de releerlo varias veces, espero que no resulte cansinamente retórico -aunque me ocupe más de 140 caracteres- quejarme a mi vez de que a este replicante le produzcan tedio las “quejas” de otros profesores. En síntesis, es una lástima el razonamiento con que expone tamaña duda, apoyada en dos referencias poco misteriosas y nada consistentes. “La mayor” de su pretendido argumento toma en consideración el estudio 2944 del CIS, de mayo 2012, en que la opinión pública dejaba bien parado al profesorado, detrás de médicos y bomberos. La función de “menor” argumental la encomienda a una cita de Amanda Ripley del mismo año, tomada a su vez de los Informes PISA, que le valen para concluir que, “curiosamente, los salarios más altos no coinciden necesariamente con la excelencia. Los profesores mejor pagados del mundo viven en España, donde los adolescentes rinden peor en Matemáticas, Lectura y Ciencia que en los Estados Unidos”.

Sencillo y breve, pero, como podrán ver -si tienen paciencia para terminar este comentario-, el argumento es poco propicio para descubrir algo objetivo o, sencillamente, ver mejor el panorama de este asunto. Más bien vale para mostrar los caminos que sigue -a veces, por estar demasiado implicado, y otras, por prejuicio- la dialéctica erística o, como la llamaba Shopenhauer, El arte de tener siempre razón. Es decir, que hubiéramos ahorrado tiempo y explicaciones si, en la secuencia argumental del blog aludido, quedara explícito el inhabitual contexto socio-político de cuando, en mayo de 2012, se pasó la mentada encuesta del CIS, en plena zarabanda de “mareas” protagonizadas por esos tres grupos profesionales cuando más arreciaban los oportunistas recortes de la selectiva “crisis”. Pero, claro, se relativizaría en exceso aquel coyuntural aprecio colectivo, básico para establecer un sólido enunciado de partida. De todos modos, todavía podría haberse corregido algo la deriva improcedente de la secuencia discursiva si se nos hubiera puesto en guardia frente al particular valor que la autora americana atribuye a los informes de la OCDE -para acreditar el valor de un profesor, de un sistema educativo o el presunto buen o mal rendimiento de los estudiantes de su país y el nuestro-. Pero, también en este aspecto, lo sorprendente es que, para no estropear la posible brillantez de la deducción, el responsable de este blog no haya objetado nada a tan alegre uso de esos datos. Bajo el paraguas de la OCDE o su Informe PISA, se ha sentido con licencia canónica para disparar a cuanta “queja” se haya producido alrededor, empezando por incluirlas todas dentro de un denigrado género de escritos plagiarios, airados y algo demenciales a menudo -desde los noventa especialmente-, conocidos como “jeremíacos”.

En el propio EEUU, sin embargo, son muchos los que discrepan del valor de los Informes y evaluaciones externas, especialmente cuando se descontextualizan de lo que realmente miden. Entre otras muchas razones, porque lo que miden es solamente la literacy, esa capacidad general que tenemos los individuos para aplicar conocimiento en nuestra vida diaria a los problema que nos surgen. La escuela contribuye a ese complejo caudal, pero con una mínima e inconcreta aportación entre otras muchas que enriquecen nuestra maleable experiencia vital. Otra cosa es que la OCDE aproveche la ocasión de sus Informes para dar consejos -casi siempre ambiguos para que puedan ser utilizados por unas u otras tendencias políticas-, pero que nada tienen que ver con lo que científicamente puedan medir sus encuestas. Por ello, también en España crecen los discordantes con el interés indiscriminado y determinista de los Informes PISA, demasiado externos al quehacer de los centros educativos y en gran medida ajenos a lo que necesitan los profesionales responsables de los procesos reales de enseñanza y aprendizaje de los adolescentes. Julio Carabaña –catedrático de la Complutense, en la Facultad de Educación- explica en su último libro cómo el propio Informe PISA insiste en la limitación de lo que de verdad mide y, después de un minucioso examen de la historia y elementos que lo constituyen, destaca lo “inútil que es para la mejora de las escuelas”.

Siendo, pues, insignificantes los datos que con ese material puedan inferirse como netamente atribuibles a la contribución de los enseñantes a los saberes que, desde el año 2000, vienen mostrando los adolescentes españoles en las periódicas evaluaciones que miden su “literacia” en Lectura, Matemáticas o Ciencia, no parece que puedan ser aducibles lealmente como razón para que los profesores de que habla el aludido blog deban ser acreditados indiscriminadamente como quejicas irredentos e insolidarios. En un colectivo tan amplio y complejo hay de todo, también eternos descontentos. Pero esa no es la conclusión a que llega el mentado blog, sino la de un supuestamente compacto gremio de quejicas, denotados como tales desde una perezosa argumentación acrítica y tendenciosa, tan válida para la calificación de “excelencia” como para su contraria: dadas las características de difícil desempeño en que están pautadas con frecuencia indebida muchos trabajos docentes, extraordinario debiera ser el mérito a reconocerles –tanto aquí como en EEUU-, por más que el nivel comparativo de rendimiento de muchas de sus aulas parezca mediocre a la luz de estándares genéricos y parciales.

En este asunto, de poco nos vale la prensa. Para dirimir la utilidad de los Informes PISA respecto a lo que publicitariamente dicen servir, la mayor parte de los medios hace a menudo el mismo juego de la profesora Ripley. Entre otras razones, porque la OCDE tiene una oficina de comunicación muy eficiente, ocupada en prestigiar la utilidad de la organización, y porque, además, no se exige a los periodistas que se lean tan extensos Informes: siempre tienen urgencias mejores. Salvo excepciones, tampoco los leen nuestras autoridades, y les han venido muy bien, pese a todo, como hemos podido ver sobradamente en la promoción y gestión de la LOMCE. Los responsables ministeriales de esta se han escudado en PISA para pasarse tramposamente por el forro el duro trabajo de enderezar en serio los problemas. Los duros problemas siguen ahí mientras en paralelo han esgrimido la autoridad del organismo internacional para una supuesta eficiencia gestora, consistente en desregular más la protección endeble que ya tenía el sistema educativo y que creciera su potencial de negocio privado. Pero esta es otra historia, bien importante, por cierto, en la gestación de muchas “quejas” sobradamente justificadas, a las que el susodicho blog no alude.

Sin más argumentos, por tanto, que los comentados, las razones de este profesor de la Complutense en su blog a propósito de que los profesores se quejen, además de frívolamente inconsistentes parecen prejuiciadas. Si no lo fueran, no le resultarían “un misterio” tales “quejas”. Es muy posible ser profesor y vivir ajeno a este tipo de problemas; tampoco está prohibido. Pero pretextar bajo la más alta categoría docente de universidad, una egregia insatisfacción por comportamientos de otros profesores, sean o no del mismo rango, debiera, al menos, explicarse mejor. Primero, porque también en la universidad hay profesores atentos, no sólo a lo que les sucede a sus colegas de niveles inferiores sino, también, a lo que se les está viniendo encima, de modo que ya empiezan a enojarse. Y segundo, porque si se tiene tal desazón como para elevarla al grado de “misterio”, desentrañar tópicos como este de las “quejas” no es imposible e, incluso, puede ser modélico: el Juan de Mairena, de Machado, lo hacía mucho, recuperando una fructífera tradición socrática.

En vez de tipificarlas, pues, como “misterio” –faltaría saber si gozoso o doloroso-, ¿por qué no descifrar con proyectos de investigación delimitables qué se esconde dentro? ¿Por qué, además, no autoanalizarse para descubrirse a sí mismo quejándose caprichosamente de que otros se quejen? Porque, además, somos muchos –profesores y no profesores- los que tenemos la razonable impresión de que a esas “quejas” contribuyen múltiples razones de diverso calibre e interés objetivable, y que habría material sobrado para intentar diferenciar unas de otras y dilucidar la pertinencia de cada una. De hacerse con rigor, no sólo se contribuiría a un entendimiento más reflexivo y eficiente del trabajo docente –por tratarse de una de las cuestiones neurálgicas de un sistema educativo muy zarandeado-, sino también más clarividente, pues sacaría a la luz muchas inercias heredadas de un pasado en que los trampantojos fueron demasiado frecuentes. Y ya va siendo hora de tomarse en serio esta profesión –o profesiones docentes, pues buen cuidado ha habido de que los reinos de taifas se prolongaran-, requerida de atención y cuidado en múltiples direcciones, y no tan sólo de florituras retóricas.

Hay mucho interés en este momento en dilucidar si los profesores –también los universitarios- han de ser meros peones o buenos profesionales en las tareas que conlleva una enseñanza científica, democrática e independiente. Eso es lo que está en juego ahora y dirimir quién lo controla, cuando tantas instancias interesadas hay en que la enseñanza sea un rentable negocio. El citado Julio Carabaña da muchas pistas para entenderlo en el libro que aquí se ha comentado: La inutilidad de PISA para la mejora de las escuelas y la enseñanza. Es, pues, el momento de distinguir unas “quejas” de otras, que también arrecian ya desde hace más tiempo del que parece. No hay constancia de que ninguna batalla se haya producido en silencio, ni tampoco de que alguno de los contendientes se quejara de contaminación sonora sin darle la razón al contrario, que no cesará en su cantilena.



TEMAS: Literacia, Profesiones docentes, Quejas de profesores, Videojuegos, Pruebas externas, Informes PISA, OCDE, Wert, LOMCE, LGE, Antonio Machado, Julio Llamazares, Julio Carabaña, Luis Mateo, CIS-2012.

19 jun 2015

¿Envejecerán prematuramente las novedades municipales en asuntos educativos?



Los gobiernos municipales y comunitarios que se constituyan corren el riesgo de la desidia, por nuevos que sean. Es profunda la innovación que deberán acometer en proximidad al ciudadano común.

Una de las pruebas del cansancio previsible en democracia es que las plazos electorales están colocados cada cuatro años. Como también lo es, si bien se mira, la serie de artimañas que, para que no se haga notar en exceso en las urnas, emplean muchos vocacionados para enredar las cosas y continuar en sus cargos in saecula saeculorum. Probablemente por eso mismo han previsto eternizarse en el recuerdo de sus vecinos a base, por ejemplo, de dejar solemne y omnímoda constancia epigráfica de hechos variopintos que, a su paso por alcaldías y puestos de todo rango, han generado para la posteridad.

Apenas transcurridas unas horas desde la última configuración de los Ayuntamientos y cuando se están pactando la mayoría de los gobiernos autónomos, la primera certeza que cabe deducir es que no todo es nuevo y que no todo lo que dice ser nuevo es realmente tal. Desde luego, el mapa resultante de los modificaciones producidas este sábado da buena cuenta topográfica de por donde transcurre el devenir de cada territorio, la existencia y la esencia que le son propias. No todo fluye, como había dicho Heráclito; hay quien se queda en que todo vuelva a ser como era, que también es una manera de estar en este mundo. Ahí está, por ejemplo, Ourense, en medio de las ciudades gallegas, para estudio etnográfico de hábitos seculares en pleno siglo XXI. Ahí están, igualmente, las arremetidas de Aguirre contra Carmena, inquieta por que el gobierno de la exjueza pueda no estar “a la altura de la herencia de los 24 años del PP”, o las múltiples llamadas de atención a los peligros “radicalessss” de cuantos hayan optado por “novedades”. Y con ellas concuerdan unísonos conciertos educadores de largo aliento, como los del FMI o, más cerca de nosotros, del Banco de España, ocupados en las pedagogías del recorte, el abaratamiento del despido, la subida del IVA o la extensión del copago en sanidad y educación.

A propagar estos criterios –tan innovadores que ni alcanzan a proveer la subsistencia que regía la “ley de hierro de los salarios” (Ferdinand Lassalle, 1862)-, se han dedicado quienes ahora se lamentan del fervor perdido entre votantes de antaño, mientras prosiguen hacia la victoria en el próximo noviembre adoctrinando sobre las excelencias del cilicio colectivo, pero separando del común el agradecimiento debido a sus presuntos merecimientos por salvarnos. Como explicaba Millás hace unos días, esto de “Rajoy (clase alta), uno de los más fieles devotos” del FMI-, si no nos subimos a este tren de “extender la pobreza para que haya menos pobres”, nos arrepentiremos muy pronto y para el resto de nuestras vidas: “un claro aviso de cara a las elecciones generales, de cuyos resultados dependerá el mantenimiento del tinglado”. Por más viejo que le resultara a la sufrida ciudadanía este discurso, a sus fautores les debe resultar tan nuevo como inamovible, pues empeñados están en renovallo y no enmendallo, y en fiarle su expectativa de que España no dé un solemne “frenazo” en el futuro glorioso que nos espera tras la “recuperación” en que, según dicen, ya estamos inmersos.

A los más viejos del lugar les han vuelto a sonar, sin embargo, agradablemente músicas que ya habían oído -e incluso tocado- en otros años de transición más propiamente tal. Porque acumulan en lo vivido que, después de tanto destejer lo difícilmente tejido para un pasable bienestar de la mayoría de la población, las pretensiones juveniles de un mundo más justo, atento a los más necesitados, se venían abajo estrepitosamente. Desde el desvanecimiento de la guerra fría, las coyunturas socioeconómicas fueron pronto más evanescentes, el mundo se globalizó enseguida para una producción mucho más flexible, propiciadora de que la rentabilidad del capital creciera sin el coste creciente de los salarios de proximidad, de modo que ya el pacto social no era indispensable para mantener la “seguridad social” que necesitaba el libre mercado, y ya se podía volver a hablar sin tapujos de quiénes eran realmente los dueños de casi todo. Sin que necesariamente tuvieran que dar explicaciones de su riqueza ante la Hacienda pública, podían incluso exhibirse ahora como benefactores caritativos de cuando en vez.

Después del resbalón electoral último del PP, la expectativa principal es saber si se asentarán suficientemente y cuánto durarán las nuevas/viejas melodías de justicia distributiva de que se han hecho eco las nuevas alcaldías. Contemplar si cuajan sus ritmos o si no habrá que estar pronto de nuevo con el sonsonete de que habrían de haberse blindado para el futuro políticas sociales que garanticen a todos unos mínimos vitales. ¡Qué duda cabe que, después de los discursos de toma de posesión de Carmena o Ada Colau, durante bastante tiempo seguirá la expectativa de poder ver si otra política es posible, cambiando el orden de prioridades y de sujetos de atención preferente! ¡Y tampoco cabe duda de que mucha gente seguirá aferrada a su particular modo de examinar con lupa –y torpedear si se tercia- que esa utopía de uso razonable del poder se haga mínima realidad tangible! Y se prolongará, además, la lectura de lo pasado y lo por venir en torpe clave de buenos y malos –con tormenta mediática estridente-, mientras no encontremos fórmulas ajustadas para un ejercicio más sereno de tolerancia mutua.

En políticas educativas, no son muchas las competencias que tienen los Ayuntamientos, pero tampoco puede decirse que sean pocas las que pueden asumir o que sea escaso el giro que pueden imprimir a las que tienen. Para empezar, ahí tienen el horizonte de la reversión de los servicios municipales –incluidos asuntos educativos diversos- hacia una gestión municipal, contraria al negocio especulativo de unos pocos a cuenta de los vecinos como rehenes. Ese saneamiento del servicio a la comunidad sería de alta pedagogía social. Mucho pueden hacer, en este mismo sentido, con la memoria democrática colectiva, dando luz a los nombres, menciones e historia de cuantos han empeñado sus vidas en un civismo lúcido y democrático. A los callejeros existentes en nuestras ciudades, estatuas conmemorativas y denominaciones de instituciones -particularmente en centros educativos, sanitarios y deportivos-, les sentaría bien una modernización acorde con la normalización de la convivencia cívica. Muchísimo pueden y deben implicarse, además, en la atención a la infancia desvalida o con problemas de atención temprana: los comedores escolares y las escuelas infantiles esperan un cuidado que, en muchos casos, venía siendo desregulado a conciencia y a conveniencia de intereses ajenos a la buena educación. Bienvenido será, por otro lado, el esfuerzo que pongan en acompañar la labor educadora de los centros escolares con atención paralela de los trabajadores sociales del municipio a los problemas que, cada día, detectan los profesores en el contacto con niños y adolescentes: carencias de todo tipo y, sobre todo, de preocupación de algunas familias por el desarrollo integral de sus hijos. Y, en fin, ahí está a la espera un más racional y cercano uso de los espacios públicos: ¿Acaso los patios deportivos y las bibliotecas de los centros educativos son independientes de las necesidades de la ciudad? ¿No pueden ser cogestionados con las necesidades de cada barrio, de modo que centros y entorno se enriquezcan mutuamente? ¿Y por qué las plazas y aceras públicas son pasto creciente de la desamortización a favor de la hostelería triunfante, o prolongan los abusos de vehículos y estorbos varios, contra el tranquilo uso de los viandantes y peatones urbanos? En todos estos asuntos –todos muy seriamente afectados por prisas contrarias al sano y sosegado entendimiento de lo público-, sería una gran novatada, avejentadora de toda novedad, que las alcaldesas y alcaldes electos pretextaran ante sus votantes presuntas “herencias” y “tradiciones”.

Si toda su renovación se redujera a nuevas caras para gobernar y novedosas maneras de epatar a los vecinos durante un tiempo, es evidente que el deterioro de nuestra democracia se aceleraría. Como las casas que nuestros padres reformaron en los setenta u ochenta, que ya nos resultaron obsoletas casi desde entonces. La Marea Verde
nueva dinámica política parece caminar por derroteros más profundos y deseable es que cuaje, de modo que los más jóvenes se sientan concernidos a encontrar buenas soluciones de futuro a sus propios problemas, acumulados a otros de vieja raigambre. Buen síntoma es que sea rara la institución o colectivo social preocupado por las cuestiones educativas que no esté pensando por dónde deban ir sus propuestas a quienes asuman poder, de momento en ayuntamientos y Comunidades y, muy pronto, en el Gobierno del Estado. Entren en las webs, por ejemplo, del Colectivo Lorenzo Luzuriaga, Marea Verde, Fundación 1º de Mayo o CEAPA, y podrán ver cuáles sean sus principales anhelos inatendidos durante estos años últimos.

Estos nuevos “Cuadernos de quejas” esperan respuesta próxima de quienes acaban de asumir o asumirán pronto el mandato democrático de gobernar. Mucho de lo que plantean no es novedoso: lo vienen pidiendo desde hace tanto que ni recuerdan cuándo empezaron a reclamarlo sin que nadie les hiciera suficiente caso. La ocasión es, por tanto, propicia para una dialogada renovación a fondo de viejas ineficiencias del sistema, pero también para un cuidado mucho más atento a un trabajo tan principal para una mejor convivencia colectiva. El procurar que exista una buena escuela de todos para todos es una obligación que no debiera envejecer prematuramente con las primeras contrariedades y empecinamientos que encuentren los nuevos afanes de gestión. De otro modo, el envejecimiento de lo nuevo de estos días será tan rápido que poco de lo logrado hasta ahora en democracia sobrevivirá indemne. Atentos.


TEMAS: Renovación gobiernos municipales y autonómicos, “Cuadernos de quejas”, Pactos y consensos, FMI, Banco de España, Políticas municipales, Colectivo Lorenzo Luzuriaga, Seminario de Educación (Fundación 1º de Mayo), Marea Verde,
Consejo Educativo (FAPA Giner de los Ríos), Manuela Carmena.


Manuel Menor Currás
Madrid, 15/06/2015

3 jun 2015

Mala educación y prepotencia tras gestos recientes de los "mejor educados"



Pánico da que, incapaces de atraer a los auténticamente mejores, logren con artimañas hipócritas un desafecto que haga verdad el viejo refrán de que corruptio optimi pessima


La mala educación que están demostrando personas que deberían estar obligadas a dar ejemplo de moderación y tolerancia, al margen de su definición ideológica concreta, es un rasgo que no es fácil encontrar en otros países democráticos de nuestro entorno, pero que, desgraciadamente, amenaza con incrementarse en el nuestro según se acerca la fecha de las elecciones generales”. Sin indicar nombres específicos, así comentaba Soledad Gallego algunas reacciones de “histeria política” ante los resultados de las últimas elecciones. Manuela Carmena ya había diagnosticado las displicentes declaraciones de su oponente como “pataleta de niña caprichosa”. Todo profesor o maestro sabe la lata que le puede dar un alumno caprichoso y antojadizo, para el buen clima del aula. Lo malo es que tales personas cuando logran poder –y las aludidas lo han tenido muy grande durante mucho tiempo- no han dudado en contradecir con sus obras lo que decían con sus palabras, algo contrario a la supuesta buena educación que han recibido y proclive a enrarecer la disposición a la convivencia. En el Club Siglo XXI de Madrid, todavía deben resonar las proclamas que la entonces recién nombrada ministra de Educación hizo, el 26 de mayo de 1997, en loor de “la calidad” y “la libertad” en educación. Y desde febrero de 2003, las que quien era ministra de Exteriores brindó como un cheque en blanco a William Powell en la ONU a propósito de “las armas de destrucción masiva”.

Lo peor, sin embargo, es que no parecen tener propósito de enmienda, aferradas como están a un sentido patrimonialista del poder, inmune a los cambios que el cuerpo electoral viene demandando y que, a todas luces, acaba de mostrar en muchos lugares de España. Por más triste que pueda ser, estos guardianes de las esencias no dudan en apelar a trucos sentimentales diversos que permitan a sus fieles hacer asociaciones extrañas, con alusiones al mundo “soviético”, “comunista”, “bolivariano”, del “Califato” de Córdoba o del “nazismo” –todo les vale-, y respaldando de paso previsibles reacciones y tumultos antidemocráticos como el de la madrileña Plaza de Colón. A más de uno este lenguaraz e irresponsable proceder le habrá recordado el frentismo antirepublicano de cuando, en el 36, la octava orden de urgencia, a cargo de la Junta provisional de Gobierno, incitaba a que debían “consentirse ciertos tumultos a cargo de civiles…” a fin de que se creara un ambiente propicio a la sublevación golpista. Ya se encargarían más tarde, por Orden del Ministerio del Interior de 21 de diciembre de 1938, de que una Comisión de veintidós juristas fieles a los sublevados se encargara de “demostrar plenamente la ilegitimidad de los poderes actuantes en la República en 18 de julio de 1936”.

Algo tienen en común determinados números uno de colegio bien y algunos aristócratas advenedizos. Consideran que los demás no están a su altura, no lo han estado y mejor que no logren estarlo nunca. Siguen pensando que la revolución del Tercer Estado, cuando la Revolución Francesa, no tiene que ver con ellos: no estaban allí y su déficit de Humanidades no les lleva a enterarse. Tampoco los lemas constitucionales de igualdad, que dicen regirnos a todos desde 1978, parecen comprometerles: en la práctica, ahí están sus esforzadas actuaciones testimoniales en pro de que persistan o se acrecienten las distancias de cuna, no sea que “los otros” se acerquen demasiado. Por eso han cultivado asiduamente la incomunicación con los problemas del resto de los mortales y, cuando han actuado en política educativa, han laborado a fondo por mantener los privilegios de la educación a que han podido acceder e, incluso, aumentarlos: no les ha temblado el pulso para los recortes consabidos a la pública, mientras aumentaban las dotaciones de la privada y concertada. Han interpretado a conveniencia aquello de que al que tiene se le dará y al que poco tiene, incluso de lo que tiene se le quitará (Mt. 25,29), sin tener en cuenta ninguna de las muchas concordancias bíblicas sobre la pobreza y los pobres. Mala educación parece, especialmente para tiempos como estos en que el común de los votantes demanda otra sensibilidad hacia los problemas que padece; una capacidad de inclusión muy distinta de la que les ha sido dado ver en tan selectos políticos. Les pregonan ahora que tengan esperanza porque ya estamos, al parecer, en período de “recuperación”. Pero sin reconocer que, ni se han abajado, ni lo harán, a sacarles de su precariedad -ni siquiera mencionarla-, de ningún modo traspasarán la prepotencia que generan. Pretenderán ahora ponerse un poco más a la altura de los de abajo con promesas de último recambio, y apurarán hasta noviembre las metodologías del miedo. Todo con tal de seguir igual o cambiar lo menos posible, lo que redundará en crecimiento de un ya demostrado déficit de empatía.

El problema de la educación -buena o mala-, es que deja rastros concomitantes de calidad, sentido y modelo por todas partes. La desbandada ya iniciada por algunos altos responsables de políticas educativas, en el Ministerio en primer lugar, y concomitantemente en unas cuantas Autonomías y Ayuntamientos relevantes, no está resultando nada ejemplar, especialmente cuando viene acompañada de elegías indiscriminadas y locuacidad arbitrista, más lenguaraz y destemplada que responsable. Capítulo particular merece estos días la obsesión por esquivar responsabilidades que ha tenido lugar recientemente en un Instituto madrileño, no sólo por el déficit de atención que le han prestado durante largo tiempo ante la cantidad de problemas que allí confluían, sino porque, a última hora, cuando se ha producido “una tragedia evitable”, llevándose por delante la vida de una alumna, han procurado echar balones fuera: un canto a la burocracia ineficiente que generará mayor frustración para el debido funcionamiento interno del centro por muy apresurados parches que ahora quieran poner. En términos de rendición democrática de cuentas, y con más de un imputado por medio, ambas tipologías gestuales son una loa perfecta al sálvese quien pueda y, en definitiva, un verdadero fraude moral. Como lo es también –con indicios de presunta prevaricación- el modo de solapar la obligación de gestionar problemáticos hábitos establecidos que debieran modificarse con debido cuidado, bajo fórmulas tecnocráticas más aparentes que consistentes. Ahí entra de modo significativo cuanto se ha venido diciendo en esta columna a propósito del Informe PISA y sus torticeras utilidades para determinar expeditivos y obsoletos preceptos de la LOMCE, atentatoria contra la autonomía profesional de los docentes en cuanto a saberes y funciones, limitadora de una educación más rica e integral para el alumnado, y, en definitiva, nada valiosa –y, por tanto, inútil- para “la mejora” cualitativa del sistema educativo español. No es éste, por demás, un extraño modo de proceder en España, pues PISA tiene cada vez más detractores fuera. Lean, si no, una reciente carta de 100 educadores relevantes de distintos países de la OCDE al máximo gestor de este Informe, Andreas Schleicher, el 6 de mayo de 2014, reclamando en The Guardian: “paren PISA” porque otra educación es posible.

Necesitamos mejor educación y en manos de gente mejor educada, con estilos radicalmente nuevos de decir y actuar, menos soberbios y machistas: no nos hagan perder otra legislatura con borrones constantes de desvergüenza e ignorancia doctrinaria y, además, con sobredosis de manipulación para confundirnos y someternos a sus dictados. Quienes, derrotados o satisfechos por los votos del pasado día 24, se sientan interpelados por sus votantes, tal vez debieran pensar que, al margen de los votos logrados, la calidad de buena educación nos la muestran a diario con sus actos, su mansedumbre y buenos modales, su fidelidad a la palabra dada y su preocupación por la verdad en cuanto dicen y ejecutan. Del lado ciudadano es sobradamente sabido que sólo así resultan convincentes cuando hablan del sistema educativo o de cualquier otro asunto público. Si les sienten híspidos y poco cuidadosos ya intuyen falsedad en cuanto hablen o dejen de hablar, que nunca será algo interesante y justo para todos, sino tan sólo un pretexto para otras batallas. Juan de Mairena –un buen educador para estos tiempos-, decía a sus discípulos algo básico en las relaciones democráticas: “Sed modestos: yo os aconsejo la modestia, o, por mejor decir: yo os aconsejo un orgullo modesto, que es lo español y lo cristiano. Recordad el proverbio de Castilla: ´nadie es más que nadie`. Esto quiere decir cuánto es difícil aventajarse a todos, porque, por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”.

TEMAS: LOMCE, Informe PISA, OCDE, Mala educación cívica, Ejemplaridad política, Juan de Mairena, Elecciones, Precariedad, Cambio político.

Manuel Menor Currás
Madrid, 02/06/2015