Las contradicciones entre lo que se
ve y lo que se dice tratan de educar nuestro escepticismo: “todos
son iguales” y la corrupción, como otros enredos, no tiene
enmienda.
Cuando el sistema
escolar estaba vertebrado por el catecismo del P. Astete o del P.
Ripalda, la esquizofrenia moral tenían fuentes variopintas. Una muy
frecuente tenía que ver con lo que prescribía el octavo
mandamiento, en que se mandaba “no levantar falso testimonio ni
mentir”. Casi automáticamente, uno de los insultos de mayor éxito
–repetitivo de la glosa catequética- era el de hipócrita que
lanzábamos a cuanto individuo adivináramos falaz.
Los tres monos sabios
Ha llovido lo suyo desde
entonces y ya es señal de modernidad emprendedora tener la cara
suficiente para aguantar el chaparrón si te pillan en algo gordo. Si
además tienes un buen servicio de comunicación a tus espaldas para
lavar la posible mella de imagen que hayas podido sufrir por un
percance con la UDEF, la hipocresía puede lanzarte al estrellato
mediático. Todo es bueno para el convento, decía el fraile. Y todo
parece aprovechable con tal de que hablen de ti. La hipocresía y la
mentira ayudan a crear tendencia y hay tendencias que vienen a ser la
piel de asuntos constitutivamente hipócritas.
De esta hipocresía
actual forman parte los conflictos cada vez más graves entre lo que
se mira y se ve, entre lo que se oye y se escucha, y entre lo que se
dice y se calla. Tampoco esto es nuevo, claro. Los tres monos sabios
de la tradición moral japonesa –esculpida a comienzos del XVI en
un santuario budista- predicaban no ver, no oír y no decir: una
fórmula prudente de no meterse en problemas y rendirse al sistema
por insatisfactorio que fuera. Una tradición más antigua todavía,
y que recorre prácticamente toda la literatura paremiológica
siempre insistió en esa misma moral morigerada, cauta y
convenienzuda del siervo. Tópicos son los refranes gallegos en que
nunca se sabe “si lo vio o no lo vio”, ni si se sube o se baja,
aunque también los haya expeditivos y clarificadores, como algunos
que dejó ilustrados Castelao del tipo de: Probes dos probes,
reveladores de mentalidades nada uniformes en cuanto a honestidad.
Ejemplaridad
“edificante”
Con el verano y el calor
no parece sino que crece el contrapunto de lo hipócrita como valor
en alza. Al menos este año, competir en política está dando muchas
ocasiones para mostrar cualidades en estas lides. Vean, por ejemplo,
lo que ya está pasando en Madrid –prototipo de noticias similares
en otras partes- respecto a políticas educativas. El gobierno actual
de esta Comunidad ha perdido una votación en que se le instaba a
retrasar el desarrollo de la LOMCE en el curso próximo, al tiempo
que se le pedía la reducción urgente de tasas universitarias, en
Educación Infantil y Formación Profesional, para “elaborar una
política que permita un acceso a la educación como elemento de
compensación
social”. Todas venían siendo cuestiones intangibles, desde
bastante más atrás que la tan invocada “crisis”, por cuestiones
de moral aseñorada y muy distante de la plebe.
La hipocresía era más
grave todavía en relación con los comedores escolares desde que se
puso en marcha la excusa de la crisis para humillar un poco más a
quienes estaban soportando con más dolor desajustes que no habían
causado. En nombre de la falsa moral de posible mala imagen para el
turismo visitante, no existían niños hambrientos. Ha sido pasar las
elecciones del 24 de mayo y han empezado a llover las almas benéficas
en pro de niños pobres y desnutridos, no sólo desde la nueva
alcaldía de Madrid, de Manuela Carmena –coherente con lo que ya
había hablado en campaña-, sino de parte de quienes sacaban ahora
esa bandera para tener mayoría relativa en la Asamblea y lavar
imagen.
Imagen online
Esta
historia de la hipocresía en la Comunidad de Madrid tiene, además,
algunos ejemplos extraordinarios en quienes pasaron por la Consejería
de Educación, la Sra. Fígar y quien le sucedió en el cargo,
Manuel Pérez. Ambos, imputados en la Operación Púnica –ejemplo
extra para entender los entresijos de algunos emprendedores modélicos
en entresijos de hipocresía rentable-, porque pagaban con dinero
público -con “pagos encubiertos”, claro-, servicios para mejorar
la imagen online. Estaban quedando mal ante los ciudadanos con
muchas de sus decisiones y pagaban para que no se notara y que,
además, cundiera la idea de que eran muchísimos siempre los que
estaban contentos de su gestión. En el Archivo documental de los
comunicados de prensa del gobierno autonómico anterior, deberá
figurar esta cláusula correctora: léase todo con lupa.
Probablemente, también en muchos otros del pasado, presente y
futuro.
No es lo último. La
prensa nos da muchísimos ejemplos de “transparencia” todos los
días. Ahí está Rajoy presumiendo el pasado día 22 de que
“lideramos la creación de empleo sin
ocurrencias”, gozoso de anunciar lo que aparentaba ser un
récord de la EPA, con datos “no coyunturales sino estructurales”.
Curiosamente, también el presidente de la CEOE estaba muy alborozado
porque, a su muy personal parecer, era el signo de una “firme
recuperación”. Se olvidaban del 22,37% de parados que ahí siguen,
y de las formas estadísticas de contar qué sea paro o no en este
momento en España, y todo vale para el cómputo “excelente”
–cómo disfrutan con este adjetivo- aunque sólo se trate de una
hora trabajada o se sume la inmensa cantidad de falsos autónomos
como si realmente estuvieran haciendo algo. Muchos preferirían que
hubiera comentado la “Encuesta del INE sobre niveles de vida 2014”.
Que hablara de cuántos hogares hay en España en que ningún miembro
percibe salario ni prestación social alguna. Que, a continuación,
mostrara la incidencia que en tales hogares -y otros- tiene la
reducción de becas de todo tipo, incluidas las de comedor y de
libros, porque en estos últimos años se disminuyó su importe
global -en Madrid un 66%- o casi desapareció, como en el caso de
Castilla la Mancha. Si, además, hablara alguna vez de la cantidad de
niños que no pueden comer en las condiciones que cualquier
nutricionista infantil estima básicas para su buen desarrollo
corporal, o con las necesidades básicas de tipo educativo cubiertas,
podría liberarsee de la acusación de hipocresía politiquera.
Todavía está a tiempo de documentarse acerca de lo que ha hecho su
Gobierno si lee algo del Informe de protección social en España
2015, que CCOO publicó el pasado día nueve. No es rentable ante
sus potenciales votantes, pero se reconciliaría con muchos otros. La
veracidad tiene esa capacidad: la mentira y la triquiñuela son otra
cosa.
Y contrapunto
Para colmo, si se
contraviene la habitual hipocresía, y se pretende restablecer la
regla del bien común, la justicia distributiva y sus consecuencias
en el buen uso de lo público, surge de inmediato la afectación de
escándalo por parte de presuntos ofendidos que han ofendido a muchos
otros con sus gestos torticeros. Vean, si no, a la Sra. Colau
renunciando a la prebenda de un palco en el Liceu, que le venía
costando al Ayuntamiento de Barcelona 108.000 euros. La bella
petición de los dirigentes de la encumbrada entidad musical, no
puede expresar mejor la clásica “restricción mental”, siempre
más mentirosa cuanto más exquisita. Podría emplearse –dicen-
para “un
uso social” (el palco, no el dinero). Todavía no se han
enterado de que tanto maquillaje genera suspicacias, mientras crece
la masa crítica de los hartos de decir que “chove”.
TEMAS: Hipocresía
política, Educación social, Comedores escolares, Transparencia,
Prestaciones sociales, Empleo, Paro encubierto, Ada Colau, Rajoy,
Fígar, Manuel Pérez, Liceu de Barcelona.
Manuel Menor Currás
Madrid, 25/07/2015.
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