A opinión dos docentes...non conta?

1 ago 2013

Os heroes de Angrois

Víctor González
Publicado en La Región. 31.07.2013
Nai: 
A lúa está bailando na Quintana dos mortos.
Non é o ar. É a triste lúa na Quintana dos mortos.
¡Si, a lúa, a lúa ?coronada de toxos, que baila, e baila, e baila na Quintana dos mortos!' 
Eso escribió Federico García Lorca en su preciosa 'Danza da lúa en Santiago' hace muchos años. Un Federico gallego hasta la médula, y tan enamorado de Rosalía como ella se hubiera merecido. Hoy, más que nunca, esos versos del de Fuente Vaqueros nos muestran que ya entonces fueron escritos precisamente para nosotros, los gallegos. Federico era un mago y como tal tenía, entre otros dones, el don de predecir el futuro. Claro que en la generación del 27 todos eran magos, no solo Federico. También Cernuda, Aleixandre, Gerardo Diego, Altolaguirre, Jorge Guillén, Miguel Hernández... Todos.

Por encima de la tragedia, si es que se puede pasar por encima de ella, reconforta al menos descubrir que en este país de villanos que no dejan de ocupar las noticias, hay aun gracias a Dios, muchos más héroes por metro cuadrado de los que imaginábamos. Muchos más. Héroes anónimos. Héroes pequeños y grandes con los que nos cruzamos en el súper haciendo la compra, en el portal recogiendo el correo, en el ascensor, en el bar tomando una caña. En todas partes. En realidad vivimos rodeados de héroes.

Los héroes de Angrois, por ejemplo, que saltaron de inmediato con mantas, agua, las manos desnudas o lo que fuera al infierno, sin importarles las llamas. Héroes consoladores, generosos, inmensos y buenos.

Si en España tuvimos una generación de magos en el 27 aquí, en esta Galicia gris, hoy tenemos un pueblo de héroes: Angrois. Hombres, mujeres y niños, héroes todos. Un pueblo entero. ¿Quién más, qué mundo ni siquiera soñado puede preciarse de tener algo así?

Difícil escribir algo con el accidente aún en la memoria y en el corazón. Cuando ocurre algo así somos más conscientes que nunca de lo poco que valemos y de lo mucho que valen los demás. Los otros. De lo vulnerables que somos uno a uno. De lo que cuentan las personas. Las de a pie, no las que salen en los periódicos. Y también nos hacemos conscientes, sobre todo los escritores creo, de lo poco que sirven las palabras. No sirven de nada. De nada. Lo explicó muy bien una vez Alberti, otro mago poderoso del 27, en aquel poema titulado 
'Nocturno'.

Qué sé yo. Tal vez la poesía ayude, a pesar de todo: Las palabras entonces no sirven, son palabras.
Manifiestos, escritos, comentarios, discursos,
humaredas perdidas, neblinas estampadas,
¡qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,
qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!
Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,
lo desgraciado y muerto que tiene una garganta 
cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar lo que no puede por imposible, y calla.
Siento esta noche heridas de muerte las palabras.'

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