A opinión dos docentes...non conta?

17 abr 2012

Primer Congreso Regional Por la Escuela Pública

  Manuel Menor Currás

Los pasados días 13 y 14 de abril, la FAPA Giner de los Ríos, apoyada por otras organizaciones de signo progresista, celebró en Madrid el Primer Congreso Regional por la Escuela Pública. Asistieron unas 300 personas, de las cuales cabe señalar que había más de cincuenta padres y un número similar de estudiantes, y de entre los profesores, una variada representación de todos los niveles educativos, incluido el universitario. La asamblea mostraba de este modo una amplia representación de intereses de lo que, en lenguaje de los años ochenta, cabría denominar  la Comunidad Educativa.
El lugar escogido para el acontecimiento fue el Instituto madrileño hoy denominado de Isabel la Católica y que, antes del 3 de abril de 1939, se había llamado Instituto-Escuela: Sección de Retiro. Aledaño a este parque, por su zona sur, lindero igualmente con el Observatorio Astronómico, y muy próximo al Jardín Botánico y al Museo del Prado, este edificio escolar público fue para la Junta de Ampliación de Estudios (1918) una de las mejores muestras de cómo entendían muchos regeneracionistas de entonces la enseñanza de todos para todos. Desde este Cerrillo de San Blas, en uno de los solares mejor situados en Madrid para relacionar con el entorno más ilustrado de la ciudad lo que se quería hacer dentro de las aulas con los alumnos y alumnas que allí accedieran, todavía hoy guarda más de dos mil ejemplares de la extraordinaria biblioteca que tenía antes de la Guerra Civil y una importantísima colección de materiales para la enseñanza de la Biología y la Geología –muchos afortunadamente rescatados y registrados ya como patrimonio cultural-, además de una buena muestra de los cuadernos escolares que sus alumnos primeros elaboraban a diario. Los signos de calidad y modernidad educativa que transpira el edificio y cuanto contiene han sido un inmejorable marco para reivindicar hoy una continuidad de aquellas políticas que, a finales de la primera década del pasado siglo, muchos de los más lúcidos intelectuales españoles quisieron implantar en pro de una escuela pública de calidad.

La ponencia principal que centró la reunión corrió a cargo de Manuel de Puelles Benítez, Catedrático de la Uned y acreditado especialista en la historia de las políticas educativas en España. La amplia y solvente bibliografía que ha escrito al respecto y la no menos extensa experiencia de explicar ante públicos muy diversos el ambiguo desarrollo que la educación ha tenido desde las Cortes de Cádiz, hicieron que la amenidad y el rigor se aunaran en provecho de una claridad sobresaliente que el variado público correspondió con agradecida atención. La referencia inicial a Ortega -“no tenemos naturaleza, tenemos historia”- prefiguraba una buena parte de lo que vendría después: el relato bien trabado de aspectos primordiales del pasado de nuestro presente educativo. Antes de referirse a la fragilidad actual que el sistema público de enseñanza tiene en España -de futuro incierto al no poder prever si quedará reducido a mero subsistema de beneficencia-,  Puelles hizo un breve recorrido por nuestro pasado en que documentó algunas pautas sustantivas condicionantes del hoy educativo. Ya en la Constitución de Cádiz, quedaron marcados no pocos rasgos. Si en el art. 366 se establecía que en todos los pueblos de la Monarquía se instituirán “escuelas de primeras letras”, también se indicaba asimismo cuál sería su primordial función: las cuatro reglas, escribir, leer y conocer bien el catecismo católico y las obligaciones civiles. Al mismo tiempo, en el art. 321. 5 se le encomendaba su existencia, cuidado y funcionamiento a los ayuntamientos y, por otra parte, el art. 12 consolidaba que “la religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica y romana, única verdadera”, comprometiéndose a protegerla y a “prohibir el ejercicio de cualquier otra”. A partir de aquí, el recorrido de Puelles por el XIX fue destacando cómo entre las sucesivas y reincidentes regulaciones que liberales y conservadores –incluida la tan nombrada de Claudio Moyano en 1857-, van haciendo a la “escuela primaria” –la destinada a atender a la generalidad de los ciudadanos- siempre tuvo enormes limitaciones de recursos en todos los aspectos. Dato de referencia primordial en este sentido fue una cita de Bartolomé Cossío en 1899, cuando el Director del Museo Pedagógico contrastaba la existencia de una población infantil que sobrepasaba los cuatro millones escolarizables, mientras el sistema escolar existente sólo daba escasamente atención a dos millones. De ahí a la IIª República sólo sería destacable la labor regeneracionista de muchos institucionistas, implicados en la Junta de Ampliación de Estudios y en las diversos organismos que ésta creó, defensores de una ampliación y modernización del sistema escolar. Resaltaría igualmente, pero ya desde 1901, la diversificación de la clásica “escuela unitaria” y su paso progresivo hacia la “graduada”, más abierta a una enseñanza más rica y enciclopédica. Entretanto, la enseñanza privada seguía su particular itinerario, el que siempre había tenido de atención a las clases pudientes, capaces de pagarla. Con la última República, las ideas de los liberales democráticos, republicanos y socialistas habrían encontrado la posibilidad de expandirse de verdad: los dos años del bienio reformista –1931 a 1933- se tradujeron en una sustantiva atención presupuestaria al ámbito educativo, tanto para la atención a la formación de los maestros como para la creación de espacios escolares dignos y otras muchas iniciativas en que se aunaba armoniosamente la educación con la cultura. Según Puelles, estos dos años fueron los únicos en que ha habido una auténtica preocupación gubernamental por la “educación pública”. Tampoco posteriormente, en la etapa franquista, puede decirse que la haya habido, pues todavía en 1969 había –según el Libro Blanco que sirvió de base a la reforma de la ley de Villar Palasí- cerca de un millón de niños sin escolarizar, amén de otras deficiencias como la de que se hubiera tratado durante todo el período de hacer no una “escuela pública” sino una estatalización de la escuela como medio de propaganda del régimen. Cumple, eso sí, a los trabajos de la Transición restauradora de la democracia -a partir de 1978-, el que actualmente hayamos logrado no sólo la escolarización de las cohortes de edad a que se había llegado anteriormente, sino además, que se haya ampliado obligatoriamente hasta los 16 años, aparte de otros méritos de la enseñanza pública española  -resaltados claramente por el último Informe de la OCDE, al lado de Corea del Sur-, como el de la amplísima población a que ha logrado dar cobertura en la etapa de Educación infantil y, sobre todo, en las postobligatorias, no sólo de Bachillerato y Formación Profesional sino también en las distintas modalidades de rango universitario. Entre esos logros de nuestros últimos treinta años, tambin habría que señalar –según el ponente- que el Estado haya tratado de integrar a los centros privados mediante los conciertos educativos que -según estableció la LODE originariamente-, al tiempo que facilitaban la cooperación de la iniciativa privada, la justificaban como subsidiaria de un servicio público compartido con la escuela pública.

¿Cuestión de presupuestos? No todo es cuestión de presupuestos -que habian cambiado  mucho desde que fueran inexistentes-, sino de concepto, visible desde luego en un reconocible esfuerzo compartido por miles de docentes en una tarea común. Manuel de Puelles, por ello, llamó la atención sobre cómo, ya desde los noventa –sin que hubiera que esperar a los tiempos de crisis actuales-, se ha venido tratando de limitar el alcance socializador del sistema público de enseñanza. En esa onda sigue el Gobierno actual. Con el Sr. Wert al timón de los selectivos recortes de ahora mismo, está llevando a cabo la última de las acometidas contra la “escuela pública”: los presupuestos vuelven a bajar sensiblemente -por debajo de la media de los países de la UE y de la OCDE-, con grave riesgo de que avance el deterioro sistemático de este crucial servicio público. Su futuro muy próximo podría ser el de que, una vez dada la vuelta a la función que  se había asignado a la enseñanza privada, el sentido creciente que vaya adquiriendo la “escuela pública” sea el de mera asistencia “benéfica”. Entiéndase este término como una vuelta a las políticas del XIX en que significaba un tipo de atención social meramente paliativo, insuficiente y limitadísimo en recursos que, a menudo, procedían de la voluntariedad de algunos ciudadanos.  En España, sólo cuando fue construyéndose lentamente -a partir de la Comisión de Reformas Sociales especialmente-, el Estado Social y, posteriormente -muy pasada la mitad del siglo XX- lo que en otros países había empezado a llamarse “Estado de Bienestar”, fue desterrándose ese modo de atención en que quedaba evidente de manera constante una radical desigualdad social. Por algo, de vez en cuando –sin prisa pero sin pausa- estos dirigentes actuales nos recuerdan que “lo natural” es la desigualdad y desean que lo asumamos. La crisis les está brindando una oportunidad de hacérnoslo creer, de paso que nos imponen sus asimétricos recortes, empeñados en que se trata de un gasto y no de una inversión. Aunque suelen decir que es un bien público de todos, en la práctica ponen todos los obstáculos para que los recursos públicos de la enseñanza sean de todos para todos: entre otras cosas, detraen una parte cada vez mayor de los mismos para que las diferenciaciones que la naturaleza del nacimiento suele marcar persistan tal cual.

Las Comisiones de trabajo: Como si hubieran adivinado la crónica judicial de Yoldi en que citaría a Confucio proclamando que: “la naturaleza hace a todos los hombres iguales, la educación los hace diferentes” ( “Distintas ante la ley”, en El País, 16/ 04/ 2012, pg. 19), los asistentes a este Primer Congreso Por la Escuela Pública quisieron indicar cómo querían que fuera esa educación en la España de hoy. Dedicaron el sábado a un intenso  trabajo en comisión divididos en seis amplios grupos de participantes en que los asuntos tratados fueron: 1: “Escuela científica, creativa e investigadora: currículum escolar para el siglo XXI”.- 2: “Escuela democrática: participación efectiva”.- 3: “Escuela laica: pluralismo o adoctrinamiento”.- 4: “Escuela inclusiva: de todas y para todas las personas”.- 5: “Escuela de titularidad y gestión públicas: privatización y mercantilización”. Y 6: “Enseñanzas postobligatorias: Bachillerato y Formación Profesional”.

Puedes verlo y oírlo: tanto la conferencia-marco de Manuel de Puelles como las conclusiones de los grupos de trabajo de este Primer Congreso por la Escuela Pública estarán colgados en la Red en los próximos días, en plataforma@escuelapublica.org  Es propósito de los organizadores darle continuidad a estas reuniones, incluso a escala estatal.  Y es muy probable, además, que cuantos estén interesados en seguir de cerca esta preocupación cívica puedan asistir, este verano, a una escuela similar a las que, en los años setenta acogían los movimientos de renovación pedagógica. ¡Suerte!
                                                                                                     
                                                                                                           Madrid, 16/ 04/2012


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