13/11/2013 12:11:00
Xosé Manuel Pereiro
Fue
hace exactamente 11 años, otro 13 de noviembre. Unos 1.600 kilómetros
de las costas gallegas, del Cantábrico y del oeste atlántico francés,
alicatadas de chapapote. Cerca de 20.000 marineros, mariscadores o
armadores damnificados. Una movilización humana y de medios sin
precedentes (se calcula que, solo voluntarios, hubo 120.000, que
hicieron 353.556 jornadas de trabajo. Se agotaron los monos y hubo que
buscar contenedores hasta en Ceuta y Melilla). Entre unas cosas y otras,
una factura, según el cómputo del Estado español, de 4.338 millones de
euros.
Y para responder de todo ello, otro 13 de noviembre, el de
2012 (si otros magistrados tienen un sentido arácnido para lo
mediático, Juan Luis Pía lo tiene para lo simbólico) se sentaron en el
banquillo de los acusados de la Audiencia de A Coruña tres jubilados de
más de setenta años: el capitán del barco, Apostolos Mangouras, su jefe
de máquinas, Nikolaos Argyropoulos, ambos griegos, y el exdirector de
Marina Mercante del Gobierno de Aznar José Luis López-Sors. Como si en
Núremberg hubiesen juzgado como causante del Holocausto al suministrador
del gas. Simbólicamente, claro: con esas edades, nadie irá a la cárcel.
El
primer despropósito ni siquiera es imputable al Prestige. Si quemas una
imagen del Rey, aunque sea un sello postal, el tribunal encargado del
presunto delito no es el juez natural del lugar donde ha tenido lugar el
acto pirómano, sino la Audiencia Nacional. Si coges un petrolero con un
agujero y lo paseas delante de la costa a modo de regadera hasta que se
hunde, el que entiende del asunto es -en este caso- el titular del
Juzgado de Instrucción número 1 de Corcubión (no hay número 2). O más
bien, los titulares, porque los sucesivos jueces, en cuanto llegaban al
que fue el puerto comercial de la Costa da Morte (mil y pico
habitantes), lo primero que hacían, a pesar de lo bonito de la villa,
era echar la instancia de petición de nuevo destino, para no tener que
asumir la instrucción de un sumario que duró nueve años.
En la
vista oral, que le costó millón y medio de euros a la Xunta de Galicia,
estaban personadas 2.000 partes (algunos abogados cobraban por hora lo
que cuesta un pleito medio en España) y prestaron declaración 200
testigos o peritos. Al finalizar la vista, el propio juez Juan Luis Pía
se sinceró con los periodistas y dijo que echaba de menos a gente en el
banquillo: cargos públicos y personas del entorno de la armadora.
De
lo que hablamos cuando hablamos de armadora es de un conjunto de
empresas volátiles. Universe Maritime, con sede en Atenas y propiedad de
Efi Moulopoulos, señora de Coulouthros, era la sociedad gestora del
petrolero, pero el Prestige en sí era -la única- propiedad de Mare
Shipping, una sociedad liberiana que se supone tiene los mismos dueños.
(Otra rama de la familia política, la Coulouthros Ltd., con sede en
Londres, era la que gestionaba el Mar Egeo, embarrancado e incendiado en
la entrada a A Coruña en 1992 con 80.000 toneladas de crudo).
La
carga del Prestige no era griega. Era de Crown Resources, una de las
sociedades de Alfa Group, un holding propiedad de un oligarca ruso,
amigo de Vladimir Putin, Mikhail Maratovich Fridman, aka "Misha", aka
Mikhail "Grâznyj" ("Sucio", desconozco a que se puede deber ese apodo en
ese ambiente). Al lado de todo esto, las instituciones españolas
mostraron la diligencia de un convento de clarisas ante la invasión de
los normandos. La costa gallega tiene la mitad de los kilómetros del
total de la española y está frente a una de las autopistas marinas más
transitadas, pero no tenía un remolcador de salvamento del ministerio de
Fomento.
El que había en el norte tenía base en Gijón, donde de
vez en cuando auxiliaba a algún yate o a un pesquero, y en Finisterre
había uno subcontratado, con opción de hacer trabajos privados. En
efecto, en los primeros momentos, no hubo actividad casi tres horas
mientras se negociaba un rescate privado. En el gabinete de crisis no
tenían cartas marinas y disponían barreras con rotuladores de trazo
grueso sobre un mapa de carreteras preGPS como el que ustedes y yo
llevábamos en la guantera del coche (en un ejercicio de optimismo: solo
había ocho kilómetros de barreras). Como es sabido se escogió alejar el
barco, en contra de lo que establecía el protocolo de emergencia
aprobado hacía un año, por un dictamen de los expertos. Dictamen
obtenido en dos llamadas telefónicas de diez minutos de duración en
conjunto.
Curiosamente, después de ese despliegue de eficacia,
todos ascendieron. Bueno, menos Paco Álvarez Cascos (al que se le
atribuye la frase mítica "que lo lleven al quinto pino", que otros
historiadores citan como "Ese barco, que se vaya a tomar por culo") y
Jaume Matas, por sus respectivas malas cabezas. El resto, todos. El
delegado del Gobierno, Arsenio Fernández de Mesa, que tan gallardamente
ponía rostro a decisiones como "que lo alejen a 120 millas y después no
es problema nuestro", es ahora Director General de la Guardia Civil.
El
entonces ministro de Agricultura y Pesca, Miguel Arias Cañete, que ocho
horas después de que el chapapote asaltara Muxía y cientos de
kilómetros de costa declaraba que "la rápida actuación de las
autoridades ha evitado una marea negra" (nota: entonces ya había
móviles), es ahora Ministro de Agricultura y Pesca. El vicepresidente al
que el presidente Aznar mandó a Galicia para dar la cara y consagrarse
con aquello de los "hilillos de plastilina" es ahora el presidente
Mariano Rajoy. Incluso una de aquellas chicas de Urdaci que aterrizaron
entre tanta negrura, Letizia Ortiz, es ahora princesa. Como decía otro
griego -que no era armador- Aristófanes, la virtud sale a la luz en las
adversidades.
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